No es el final...

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Andrea:

Estábamos encerradas en el sótano de la casa de los padres de Tom, junto con ellos, las amigas de María, las esposas de los amigos y los niños. La tensión era palpable en el ambiente. Al observar los rostros de todos, vi el nerviosismo y la preocupación reflejados en sus ojos. Nadie decía una palabra. María fue la última en llegar, acompañada de dos de sus amigas, y estaba visiblemente ansiosa, deseando salir para ayudar a Tom.

- Tranquila... Tu esposo sabe lo que hace - le susurré, tomando su mano con la intención de darle algo de calma.

- ¡Lo sé! - respondió, pero su voz temblaba -. Pero necesito estar con él. No sabes la desesperación que siento... con esa gente suelta ahí, disparando y corriendo. No vas a entenderlo... Tengo pánico de perderlo - susurró, apretando mi mano con fuerza.

A lo lejos se escuchaban las carreras y los disparos. Era como si estuviéramos en medio de una guerra, refugiándonos del caos. La miré con una sonrisa comprensiva antes de suspirar y decirle:

- Claro que te entiendo, aunque no lo creas. Pero en tu lugar, solo confiaría en las habilidades de Tom, en lo que él puede hacer, no en lo que no puede, o le puede suceder-

Hablaba con una tranquilidad que parecía inusual, porque, aunque María no lo sabía, yo había visto a Finn luchar y disparar, al mismo tiempo, por primera vez en mi vida. Y eso me había dejado completamente impresionada.

La habilidad de mi Vanidoso era algo fuera de lo común. Cada uno de sus movimientos estaba perfectamente calculado, como si supiera exactamente cuánta fuerza aplicar en cada situación. Era capaz de luchar y protegerme al mismo tiempo, algo que jamás había visto.

Recordé un momento en particular. Finn estaba en el suelo, luchando cuerpo a cuerpo con otro hombre. No sé cómo lo hizo, pero en un segundo, con un solo golpe, lo dejó inconsciente. Luego, sin perder tiempo, giró y disparó a dos hombres que se acercaban a mí.

No necesitó más que dos disparos, certeros y precisos. En cuestión de segundos, ya estaba de pie, colocándome detrás de él para protegerme con su cuerpo, como si fuera un escudo.

Jamás había presenciado algo así, ni siquiera en Jared, mi hermano, o en Ryoma o Zeligh cuando me entrenaban. Finn era diferente. Frío, calculador, implacable... Todo un profesional. Y de alguna manera, eso me daba una tranquilidad inmensa. Sabía, sin lugar a dudas, que nadie podía con mi Vanidoso. Estaba completamente segura de ello.

- Claro que entiendes... trajiste a Marco. No sé cómo voy a pagarte tanto... Gracias, Andy, no hubiese podido sin ti - confesó María, visiblemente emocionada, mientras los demás nos miraban con atención.

- Bueno... mi hermano te quiere, pero siendo sincera, él está aquí para cuidarme a mí. Ya sabes cómo es, algo sobreprotector - agregué riendo, intentando relajar la situación.

- Linda, tú no necesitas que nadie te cuide, eres impresionante - añadió Eve, una amiga de María, y todas reímos. Era más una risa nerviosa que de otra cosa, pero ayudó a liberar algo de tensión.

- Hablando en serio... hubieses podido sin mí. Todo esto es para aprender. No más secretos, María. Tienes que hablar siempre con tu esposo. Los secretos me llevaron a sufrir muchísimo, y no quiero que pases por lo mismo. Sé lo que te digo. En el futuro, ante cualquier problema, estaré aquí para ti, tus amigas también estarán - dije, señalándolas a todas -, pero tu marido también, y es a él a quien debes acudir primero, sin dudar-

Me sorprendí a mí misma al decir esas palabras. Sonreí al escucharlas salir de mi boca. Después de todo lo que había pasado con Finn, después de tanto dolor causado por ocultar cosas y mentir, había aprendido la lección.

Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora