Finn:
Hacía unas horas había llegado de viaje, cansado pero aliviado de estar en casa. Me disponía a descansar un poco cuando Elijah me llamó, interrumpiendo cualquier esperanza de tranquilidad.
Me informó que estaba viendo al viejo Bertolucci, quien parecía estar mal de salud. Tenía fuertes dolores de estómago y de huesos, vómitos, náuseas, delirios y pesadillas que al parecer lo hacían alucinar.
Mientras escuchaba a Elijah describir la situación, maldije por dentro. Apenas había llegado y ya otra vez problemas. Necesitaba a Bertolucci vivo y no sabía qué le estaba sucediendo, aunque mi mente comenzaba a relacionar esos síntomas con otros eventos del pasado.
Bertolucci siempre había sido un hombre fuerte y resistente, difícil de derribar. Pero algo estaba claramente mal esta vez.
Sentí un nudo en el estómago al pensar en las posibles implicaciones de su estado. Tenía que actuar rápido y descubrir qué estaba causando todo esto. Sin embargo, sabía que no sería difícil. La sombra de la conspiración y el engaño parecía estar siempre presente, complicando cada paso que daba.
- ¿Quién más estuvo allí? - Pregunté de inmediato.
- Además de nosotros, los agentes que nos dio Miller para custodiarlo. Nadie más. Gerard y Johann se aseguraron de que nadie se acercara - me explicó con seguridad.
- ¿Tomaste una muestra de su sangre? ¿Descartaste infecciones, intoxicaciones? ¿Alguna droga? - indagué, centrando mi mente en la parte médica.
- Estaba a punto de hacerlo, pero además de informarte quería consultarte. Quizás sabías si tenía una enfermedad preexistente - Elijah hacía bien en cubrir todas las bases.
- Sufre de crueldad máxima, es la única enfermedad que tiene. Iré enseguida. ¿Tienes instrumental allí para tratarlo? - Miré la hora, frustrado. Quería quedarme en casa.
- Traje todo. Te espero aquí - se despidió Elijah.
La preocupación por Bertolucci se mezclaba con mi frustración. Recién llegaba y ya me encontraba sumido en otro problema. Pero no había tiempo para quejas. Necesitaba respuestas y las necesitaba rápido. Bertolucci era crucial para mis planes y su salud era ahora una prioridad urgente.
Mientras me dirigía hacia el lugar, repasaba mentalmente los posibles escenarios. No podía permitirme perderlo en este momento. Su conocimiento y conexiones eran demasiado valiosos.
Además, la situación me parecía sospechosa. Esos síntomas no aparecían de la nada. Algo o alguien estaba detrás de esto, y necesitaba descubrirlo antes de que fuera demasiado tarde, solo rogaba que no fuera lo que imaginaba.
Al llegar, me tomé unos segundos antes de bajar del automóvil. Abrí la gaveta y busqué mis gafas de sol, entonces encontré el medicamento de Andrea.
Antes de viajar, le había dado unas píldoras que servían para regular su ovulación, el paso previo para comenzar su tratamiento de fertilidad, pero el frasco aún estaba cerrado. Andrea iba a comenzar a tomarlo antes de nuestro viaje; incluso recordaba haber bromeado con ella que quizás con eso solo fuera suficiente.
Ella a era muy dedicada en sus cosas, responsable y constante. No olvidó tomarlas; no quiso hacerlo. Pero, ¿por qué?
- Mierda, Andrea. Espero que no sea porque te preparas para una batalla... Voy a matarte, mujer, lo juro - murmuré molesto, volviendo a guardarlas antes de bajar del automóvil.
Mientras caminaba, conté por lo bajo, sabiendo que alguien me seguía. Aminoré el paso, relajándome para no alertar a mi perseguidor.
- Nueve... Ocho... Siete... - continué contando.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...