Finn:
-¿Qué haces aquí? Pensé que vendrías el lunes. Te fuiste hace unas horas -me preguntó Massimo al verme llegar a la clínica.
-Andrea acaba de tomar su vuelo y pensé en venir a supervisar un poco. ¿Todo bien? ¿Novedades? -le respondí, saludándolo con un apretón de manos.
-Todo perfecto, tienes al mejor director. ¿Qué esperabas? -replicó riendo.
-Cierto... Olvidé tu humildad. Vamos por un café y me pones al tanto de todo -dije señalando la cafetería.
Nos dirigimos a la cafetería, un lugar acogedor con aroma a café recién hecho. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, donde la luz del sol iluminaba suavemente el espacio.
Massimo y yo conversamos de todo. Me puso al día con los nuevos casos y cómo la clínica estaba ganando reputación rápidamente, especialmente en las áreas de fertilización y cardiología. Me habló de cómo Andrea y mi hermano habían dejado la parte administrativa funcionando a la perfección, con procesos optimizados y un equipo médico de primera categoría.
-La gente viene de todas partes buscando nuestra especialidad. Es increíble el volumen de pacientes que estamos recibiendo. Y eso no es todo, Andrea y tu hermano han hecho un trabajo excepcional con la administración. Todo fluye de manera impecable, como un reloj suizo. Y nuestro personal médico... bueno, son los mejores de Nueva York. Eso nos está convirtiendo en la clínica más prestigiosa de la ciudad -explicó Massimo con entusiasmo.
-Eso suena genial, Italiano. Estoy realmente orgulloso de todo el equipo. Sabía que podíamos lograrlo, pero escuchar cómo todo está funcionando tan bien es realmente gratificante -respondí, tomando un sorbo de mi café.
-Sí, y no es solo por la calidad médica. Es la atención personalizada, el compromiso con cada paciente. Todo el mundo nota la diferencia -agregó Massimo, con una sonrisa de satisfacción.
Nuestra conversación continuó mientras el sol seguía bañando la cafetería. La pasión y el orgullo del Italiano eran contagiosos, y sentí una profunda gratitud por tener un equipo tan dedicado y capaz.
-¡Cuéntame! ¿Andrea sigue al lado de su enamorado? -preguntó Massimo, burlándose.
-Ah... Toda la maldita semana estuvo con él. Soporté lo más que pude; creo que un día más y la ahorcaba a ella y lo asesinaba a él -confesé cansado, mientras el italiano se reía a carcajadas.
-Te lo dije, solo sé comprensivo y ella desistirá. Debe creer que no te molesta -me aconsejaba, aún riendo.
-¿Desistir? ¿Andrea? ¿Te volviste loco? No lo hará jamás. Aun cuando sabe que ya me di cuenta, ella va a insistir hasta verme reaccionar. Y si no se hubiese ido hoy, lo lograba... Detesto a ese... muñequito italiano -murmuré antes de beber un sorbo de café.
Massimo se inclinó hacia atrás en su silla, todavía sonriendo.
-Vamos, no es tan malo. ¿No puedes simplemente ignorarlo? -Massimo levantó la ceja, con una mezcla de preocupación y diversión en su mirada.
-¿Ignorarlo? Es imposible. Tiene una forma de aparecer en todas partes, como si fuera parte del mobiliario. De alguna manera siempre está presente, lejos o cerca. Luce como modelo de revistas y tiene una sonrisa de anuncio de pasta dental. Y Andrea... Bueno, Andrea tiene un talento especial para exasperarme -admití, sintiendo una mezcla de agotamiento y frustración mientras me recargaba contra la mesa de la cafetería.
El italiano me observó detenidamente, tomando un sorbo de su café antes de responder.
-Sí, lo sé. Pero recuerda, la paciencia es una virtud. Y en tu caso, también puede ser un salvavidas -dijo, levantando su taza en un gesto de brindis.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
Storie d'amoreEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...