Andrea:
Hacía menos de dos meses, Finn y yo nos reconciliamos y decidimos volver a vivir juntos en Roma. Durante las dos semanas en las que él estaba en Zurich, yo viajaba todos los días desde Milán hasta Roma, y el de Zurich a Roma para estar con juntos, ambos siempre tratabamos de llegar lo más temprano posible, tampoco era un viaje demasiado extenso, ambos teníamos una hora de regreso y ya conociamos los horarios de cada vuelo o tren, que nos llevaba a casa.
Una semana al mes la pasaba sola en Roma, aunque a veces me quedaba uno o dos días en Milán. Finn y yo habíamos acordado que me gustaba tener mi tiempo a solas, pero siempre estábamos en contacto, y cada noche, antes de dormir, él me llamaba y hablábamos hasta que me quedaba dormida. Excepto por una semana al mes en la que me quedaba en Nueva York para estar con Finn y aprovechar para visitar a Paola. Lo curioso era que cada vez que tenía que ir al hospital por algún motivo, Lily no estaba allí, y eso me molestaba un poco, necesitaba encontrarla y enfrentarla.
Sin embargo, algo me incomodaba más . Marcelo, seguía llamándome constantemente, pero siempre cuando Finn estaba trabajando. Gradualmente, empecé a atender menos sus llamadas para marcar distancia de a poco, algo que no le oculté a Finn, el sabía que aún sentía compasión por su enfermedad. A pesar de todo, Finn entendió mi situación y aceptó mi decisión de alejarme gradualmente de Marcelo, no muy convencido, y mucho menos sin una discusión de por medio, pero llegamos a un acuerdo.
Era noche de jueves, nos reunimos en casa de Alexandra junto a Zoe y Gina para cenar y disfrutar de nuestra compañía. Nos reímos porque Kirril tuvo que irse para dejarnos solas.
Era una noche agradable en la que podíamos relajarnos y disfrutar. Las risas llenaban la habitación mientras compartíamos historias y recuerdos, creando nuevos momentos para atesorar.
- Al menos está obsesionado con los hombres italianos, Finn está obsesionado con mi período... Creo que eso es peor - Comente riendo, haciendo que todas rieran junto a mi
Alexandra se quejaba de repente de que Kirril nunca había sido celoso, pero desde que estaban en Milán, eso había cambiado. Intentaba disimularlo, pero no lo hacía muy bien. Nosotras, entre risas, intentábamos calmarla diciéndole que era normal, que era parte de estar enamorado, pero ella no parecía muy convencida.
- ¡No seas mala! Él sabe que su padre controla tu tratamiento, solo está atento - me decía Gina entre risas, tratando de calmar el ambiente.
- Andrea, no seas dramática. El pobre no deja de ser médico nunca. Necesita controlar. Además, ¿deberías tener un período súper regular, no? - me preguntó Zoe, provocando una mueca de molestia en mi rostro.
- A veces sí, a veces no, pero siempre fue así, ya me acostumbré a eso - mencioné despreocupada.
- Tonta, ¡controla! No puedes no hacerlo - me regañó Alexandra, a lo que solo pude rodar los ojos en respuesta.
- Además, ¿Yo soy dramática? ¿Recuerdan que no puedo quedar embarazada? Y aún así, Finn toma sus precauciones. ¡Cálmense! Porque ese tema ya me tiene agotada, y últimamente Finn no ayuda a que me relaje - les reproché a todas, señalándolas.
- Aún no puedes, o sí... No lo sabes. Por algo Finn toma sus "precauciones" - agregó Zoe, destacando la última palabra.
Quedé pensativa por un momento, pero decidí relajarme. Solo una vez no tomó precauciones. El tema del tratamiento ya me había cansado, me sentía presionada, y no sabía cómo decirle a Finn que quería abandonarlo. Decidí dejar ese tema para después.
Luego, entre risas, Alexandra empezó a planear su boda y dudaba de tener un hijo aún. Lo único claro que tenía era que Kirril le había dicho que de ninguna manera Finn sería su doctor. La forma en que Alexandra imitaba a Kirril al hablar nos hacía reír a todas, y las acotaciones mordaces de Zoe eran simplemente irresistibles.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomansaEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...