Capítulo 72

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Elara

El viento sopla con fuerza entre los árboles de Dellavel mientras estoy sentada en una piedra en la orilla del río. Jugueteo con la baraja de cartas del tarot en mi mano, las cambio de un lado a otro y las hago volar hasta que finalmente las lanzo al cielo.

Las cartas se arremolinan en el aire, formando puentes, torres y caminos. Es como estar dentro de un caleidoscopio de colores y formas, un mundo entero creado a partir de una baraja que parece no tener fin.

El Laberinto de Ensueño.

El suelo se transforma bajo mis pies, y de pronto estoy caminando por un sendero hecho de las cartas que representan los papeles de mis personajes de mi propio teatro. Se alinean perfectamente, guiándome hacia un puente suspendido en el aire.

Es un puente delicado, formado por más cartas que se entrelazan en un arco imposible; están desde las Copas hasta el Rey. Cada paso es un acto de equilibrio, y no puedo evitar mirar hacia abajo, donde un abismo de cartas se extiende hacia la nada.

Los focos se encienden señalando un escenario al otro lado. Mi propio escenario. Subo las escaleras para poner mis pies descalzos sobre él, no hay público, como tantas veces en las que Leandrior ha ensayado sus obras de ballet hasta no poder más. En especial, su obra favorita: La luz de la luna. Una obra cuyos papeles principales son la Sirena Diurna y la Sirena Nocturna, dos caras de la misma moneda. La primera atrae a los marineros con sus cantos en luna llena y siente curiosidad genuina por los humanos, la segunda los seduce para que acaben entre sus redes y así poder devorarlos en luna nueva.

Por aquel entonces, Leandrior no había estado jamás en la piel de la Sirena Nocturna. Le salía perfecto el primer papel, pero no el segundo. No era capaz de ser salvaje, solo era pura e inocente. Eso la hizo entrar en un estado de obsesión en el que solo pensaba en el éxito más perfecto posible. Tenía que realizarlo todo sin el más mínimo error, a un grado de toxicidad bastante importante.

No fue una buena etapa para ella, me atrevería a decir que la peor. Le hablaba mal a sus compañeras y cuando bailaba durante tantas horas seguidas le salían heridas que teñían las cintas rosas de ballet de sangre. Y todo para que papá no le quitara su sueño, pues a la mínima la sacaría del ballet para que finalmente solo pudiera centrarse en su torneo, Atrapa la Bandera.

Leandrior fracasó más adelante, y papá le arrancó el sueño, pero antes de hacerlo fue capaz de sentir el triunfo en sus venas gracias al primer y único pacto que hizo con la Diosa del Caos, quien la transformó en sirena, y, al igual que la obra, le concedió los mismos ciclos lunares para atraer a sus víctimas cuyas muertes serían el precio del contrato.

Sin ser consciente, me pongo de puntillas y alzo mis brazos. Doy un giro como ella solía hacerlo, sintiéndola en cada célula de mi cuerpo, pegada a mí sin huida posible. En el escenario comienza a sonar una música que llevaba años sin escuchar. Leandrior no ha vuelto a oír música clásica desde que nuestro padre la sacó del ballet, y ahora yo la bailo años después.

Alzo mi pierna en el aire con una flexibilidad entrenada a lo largo de los años, doy pasos rápidos y salto en el aire cruzando el escenario. Mis manos y pies se mueven con melodía propia, la luz de los focos mágicos me sigue en cada movimiento por el escenario. Me estiro hacia atrás, mi columna se flexiona dorsalmente todo lo que me permite, que no es poco.

Me apoyo sobre la planta del pié para girar una y otra vez, casi siento las telas de los tutús que ella llevaba rozar mi piel como la caricia de un amante. Mi pelo vuela en el aire y brilla con una luz ancestral, mi flequillo tapa mis ojos con cada vuelta que doy, sin parar. Siento un poco de dolor en el pie, recuerdo que estoy descalza, pero recuerdo más la familiar sensación del dolor para alcanzar la perfección.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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