Leandrior
Han pasado varios meses desde la última vez que estuve en Galvyr, ya me he acostumbrado a ver un dragón en cada dirección en la que se posan mis ojos. Syl me ha cedido una de sus habitaciones, y me ha permitido volver a la mansión Elésscoltar únicamente para coger mi ropa del armario.
Me ha enseñado los mejores lugares de Corlum y me ha presentado a incontables dragones, de todos los tipos posibles de fuego. He descubierto que las llamas rojas, negras y doradas solo las tienen los Tres Grandes, los cuales ni siquiera tienen descendencia.
Mi tía ha visto crecer a muchos de ellos, y los que son más mayores que ella, la respetan como su igual. Cada cosa que hace me deja con la boca abierta, llevaba sin sentir esa misma admiración desde que era una niña y veía a mi padre. Syl puede montar a cualquiera de los que hay aquí, a excepción de alguno de los Tres Grandes que no sea Skyamort.
En cuanto a ella... Tenemos nuestros desacuerdos. Las dos somos orgullosas y arrogantes, si nos tenemos que cruzar lo hacemos con el cuello bien expuesto y nuestras mejores galas. Por mi parte, llevo distintos atuendos y joyas, por la suya, me extiende las alas para que vea que es la única dragona que cambia de color de membrana con el sol y la luna, así como sus ojos, cosa que también puede hacer Syl a su voluntad. Normalmente tiene la mirada púrpura, pero me ha dicho que la cambia a azul cuando quiere pasar desapercibida.
Salgo de la habitación y bajo las escaleras para salir de la casa, que quedado con Syl para reunirnos a las once de la mañana en el campo donde habitualmente descansan Galrey y Skyamort. Camino a paso rápido y seguro entre los árboles para llegar a la explanada, los dragones me respetan por ser Iskra de Galrey, por ello estoy fuera de peligro en Corlum.
Cuando llego veo dos dragones enormes, pero infinitamente más pequeños que Galrey o Skyamort. Sylvana monta sobre uno de ellos repleto de escamas moradas, lo que indica que su fuego es púrpura como el que poseen los Orígenes y Kenai. A su lado hay otro más esbelto de escamas blancas que me mira fijamente, recuerdo que Sirius me había dicho que el fuego blanco aportaba invisibilidad y magnetoquinesis, y cuando se usa la segunda habilidad, el fuego y el dragón cambian a plateado.
Galrey no está disponible para montar aún, por ello no pude practicar mi vuelo ni las subidas o bajadas, pero afortunadamente ahora se encuentra mucho mejor. Duermo con él todas las noches para que no esté solo, cosa que Skyamort no soporta, puesto que tenía entendido que a Galrey le gustaba dormir sin compañía, y sin embargo prefiere que esté con él. No diría que es privilegio, ¿o quizá sí? No lo sé, hasta ahora yo era fanática de dormir sin nadie más a mi lado, hasta que probé a descansar con él y mis pesadillas desaparecieron.
—Acércate, vamos —me pide Syl—. Va siendo hora de que aprendas a volar bien. Deberás practicar, y bien es cierto que Galrey no es el mejor para empezar. —Señala al dragón blanco con la cabeza—. Yo estaré sobre Mahar. Naen te irá bien a ti para empezar. Le he pedido permiso para que te deje montar, y todavía espero su respuesta.
Skyamort a mi izquierda, un poco más alejada, suelta un bufido lleno de soberbia. Levanta su cuello hacia arriba para que la vea, hoy lleva un collar de zafiro a su alrededor. Me quedo pasmada unos segundos observando su belleza, hasta que rápidamente volteo los ojos y aparto la vista. Está divina, pero yo no he dicho nada, ¿vale?
La criatura angelical llamada Naen se acerca a mí y me huele. Nos miramos fijamente a los ojos, es tan blanco que podría camuflarse en la nieve. Suelta un gruñido dulce y juguetón y desliza la cabeza hacia mi flanco. Levanto mi mano y lo acaricio, entendiendo perfectamente su señal.
—Ya me ha respondido, es un sí —informa Syl—. Concretamente, lamenta que no seas su Iskra.
—Qué halago. —Sonrío de oreja a oreja, pero luego separo mi mano y me alejo un paso—. Sin duda es todo un honor, pero me temo que voy a tener que rechazar las clases de vuelo. —Miro a mi tía todavía a lomos Mahar—. Mis piernas no se asentarán en otros lomos que no sean los de mi dragón.
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Por el Control
FantasyElara y Elisa son dos réplicas de Leandrior Elésscoltar, la verdadera reina del continente de Galvyr cuyo trono ha sido usurpado por la Bruja Negra. Ambas son mujeres de distinto físico y distinta personalidad, pero que proceden de una misma persona...