Después de 12 largos años de abandono... La princesa Visenya Targaryen, hija bastarda de la heredera al trono de hierro Rhaenyra, vio después de largo tiempo a su familia y... A ese castaño llamado Jacaerys quien había odiado desde la niñez. Son emb...
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La princesa heredera, Rhaenyra Targaryen, se hallaba en la cúspide de su juventud, cargando con el peso del legado de su casa y el fuego ardiente de sus deseos más ocultos. En su corazón, siempre había guardado un rincón para su tío, Daemon Targaryen. Un hombre de carácter indomable y espíritu rebelde, quien representaba todo lo que ella anhelaba en secreto: libertad, poder y esa chispa de fuego que parecía prender en su mirada cada vez que sus ojos se encontraban.
Una noche, en el torbellino de la confusión y el deseo, Rhaenyra cedió a sus sentimientos. Se entregó a Daemon en un encuentro que desafió todas las reglas, rompiendo las cadenas que la mantenían atada a su destino como princesa. Esa pasión furtiva dejó su marca, pues no mucho tiempo después, Rhaenyra descubrió que estaba embarazada. Aunque sabía perfectamente que la sangre que corría por las venas de su hija era la de Daemon, decidió guardar el secreto. La pequeña sería conocida como Visenya Velaryon, con el apellido de su esposo, Laenor Velaryon, y nadie cuestionaría el linaje.
Los años pasaron y Rhaenyra, siempre calculadora y protectora de su legado, tomó una decisión que cambiaría el destino de su hija para siempre. Cuando Visenya alcanzó la edad adecuada, Rhaenyra la envió a Desembarco del Rey, lejos de Rocadragón. Allí, la joven sería educada en las artes y conocimientos que una princesa debía dominar, mientras Rhaenyra se sumergía en una nueva vida al lado de su nuevo esposo, Daemon Targaryen.
Diez años transcurrieron, y en ese tiempo, tanto Rhaenyra como Visenya cambiaron. La niña que había dejado en Desembarco del Rey había crecido, convirtiéndose en una joven de espíritu fuerte, con una mirada que reflejaba tanto la inteligencia de su madre como el fuego de su padre. Al reencontrarse, madre e hija se dieron cuenta de que el tiempo y la distancia habían hecho mella en su relación. Visenya ya no era la pequeña niña que recordaba; ahora era una joven que exigía respuestas y, sobre todo, respeto.