T2: CAP 63

96 12 4
                                    

Rin salió de la cocina con el corazón acelerado, sintiendo un peso aplastante en el pecho. Se detuvo un momento en el pasillo y miró hacia atrás, aún podía escuchar los gritos desgarradores de Kagome, resonando en sus oídos como un eco de su propia incertidumbre. Cada fibra de su ser le decía que debía regresar, que debía estar al lado de su amiga, pero sus pies no se movían. Estaba paralizada, atrapada entre el deseo de consolar a Kagome y la confusión que le causaban sus propias emociones.

Por primera vez, Rin se cuestionó lo que había estado viviendo al lado de Sesshomaru. ¿Esto es lo correcto? Si realmente lo era, ¿por qué se sentía tan destrozada por dentro? La duda comenzó a arraigarse en su mente, haciéndola tambalearse sobre lo que siempre había creído que era amor.

En ese momento, la voz de Sesshomaru la sacó de su trance.

—Rin.

Al final del pasillo, Sesshomaru la miraba con preocupación, su expresión severa suavizándose al verla tan vulnerable. Sin pensarlo dos veces, Rin corrió hacia él, buscando refugio en sus brazos, abrazándolo con fuerza como si al hacerlo pudiera silenciar las dudas que comenzaban a consumirla. Al hacerlo, soltó un gran suspiro, tratando de convencerse de que estaba tomando la decisión correcta. Sí, esto es lo correcto, se repetía a sí misma. Ella lo ama, y él la ama también... ¿verdad?

Con lágrimas en los ojos, Rin levantó la mirada hacia Sesshomaru, buscando desesperadamente una respuesta que la calmara, que disipara las sombras que las palabras de Kagome habían sembrado en su corazón.

—Sesshomaru... ¿me amas? —su voz salió rota, temblorosa, cargada de una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

Sesshomaru, al notar la inseguridad en sus ojos y adivinando que la responsable de sus dudas era Kagome, no dudó en responder. La abrazó con más fuerza, sus brazos firmes y protectores, deseando borrar cualquier rastro de duda que Kagome hubiera plantado en su mente. No podía permitir que Rin se alejara de él, no podía dejar que nadie la apartara de su lado. Rin no era la única que había comenzado a depender del amor de Sesshomaru; él también sentía una creciente necesidad de tenerla cerca, de asegurarse de que nadie, ni siquiera Kagome, pudiera arrebatarle lo que consideraba suyo.

—Siempre —respondió con voz firme, susurrándole al oído, como una promesa eterna.

Rin cerró los ojos y se aferró a él con desesperación, tratando de convencerse de que todo estaba bien, de que este amor que sentía por Sesshomaru era lo único que necesitaba. Pero en el fondo, una pequeña voz, casi inaudible, seguía preguntándose si realmente estaba haciendo lo correcto. Sin embargo, rodeada por los brazos de Sesshomaru, eligió silenciar esa voz, aunque fuera solo por un momento.

Mientras Rin y Sesshomaru comenzaban a caminar por el largo pasillo, sus manos entrelazadas, el ambiente pesado y cargado de emociones, se encontraron con Inuyasha, que venía agitado, con una expresión de preocupación pintada en su rostro. Había estado buscando a Kagome por todas partes sin éxito, y al ver a Rin y Sesshomaru juntos, algo en la escena lo hizo detenerse en seco.

Notó que el cabello de Rin tenía rastros de harina, un detalle que lo llenó de inquietud. Se acercó rápidamente, su preocupación aumentando con cada paso.

—¿Qué pasa? —preguntó, su tono urgente—. ¿Han visto a Kagome?

Rin lo miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de emociones que Inuyasha no podía descifrar del todo. Con una voz que apenas lograba mantener firme, le respondió.

—Ella está en la cocina.

Inuyasha no perdió tiempo y, sin decir nada más, se giró y comenzó a correr hacia la cocina. Pero justo al pasar al lado de Rin, escuchó un susurro suave y casi imperceptible.

OBSESIÓN #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora