El caos a mi alrededor se intensificaba, pero mi mente estaba atrapada en los recuerdos. No podía perderlos. Izayoi, la única mujer que me había dado el cariño que tanto había anhelado. Toga, el único hombre que me trató como un hijo, dándome un propósito. Ellos me rescataron de esa pesadilla en el manicomio, me dieron una familia, un lugar donde pertenecer.
Recordé vívidamente ese día en los jardines del psiquiátrico, cuando Izayoi se me acercó con su dulce sonrisa. Yo estaba sentado solo, apartado de todos, consumido por la ira y la soledad. Ella, en lugar de tenerme miedo, se sentó a mi lado con una dulzura desarmante.
-¿Cómo te llamas? -me preguntó con suavidad, ofreciéndome un caramelo que yo miré con desconfianza.
Era la primera vez que alguien me trataba como un ser humano. No era un paciente, no era una carga. Para ella, yo era Sheilong, un joven que necesitaba cariño, comprensión. Cada vez que ella me llamaba "hijo", sentía ese calor maternal que siempre había soñado, y que solo ella me pudo dar. Las caricias en mi cabello, las sonrisas sinceras... ese amor puro que jamás había conocido.
Volví al presente, aún paralizado por los recuerdos. No podía perderlos. No podía dejarlos morir. Y entonces, quise moverme, hacer algo, cualquier cosa para salvarlos, pero de repente, dos hombres me sujetaron por los brazos. Ni siquiera sabía de dónde habían salido, pero ahora me mantenían inmóvil, alejándome de las personas que significaban todo para mí.
-¡Suéltenme, malditos bastardos! -grité con desesperación, mi voz rota por el pánico y el dolor. -¡Suéltenme o los mataré con mis propias manos! -Mis palabras estaban cargadas de una furia ciega, pero ellos no aflojaban.
Comencé a luchar con todas mis fuerzas, pero su agarre era firme. No podía perder a las únicas personas que me amaron de verdad. Aunque no compartíamos la misma sangre, ellos me habían dado algo que nadie más pudo darme: una familia. Izayoi, que siempre me había tratado con dulzura desde el día que nos conocimos, incluso en ese infierno del psiquiátrico. Toga, que me miraba como un hijo propio, me enseñó a ser fuerte, a encontrar mi camino.
La desesperación crecía dentro de mí como una tormenta. Recordé el día en que Izayoi me acarició el cabello por primera vez en los jardines, cómo me ofreció dulces, cómo me dio algo tan simple, pero tan significativo: cariño sincero. Esa dulzura que me devolvió una pequeña esperanza, ese calor maternal que siempre había anhelado. Toga, que me dio un propósito cuando el mundo me había abandonado. Ellos me salvaron de un abismo oscuro, y no podía perderlos ahora.
Con un grito de rabia, canalicé toda mi fuerza en una patada brutal contra uno de los hombres que me sujetaba. Su agarre se aflojó y lo golpeé en la cara, sintiendo el crujido de sus huesos bajo mi puño. Me liberé del segundo con una serie de golpes feroces, mi corazón latiendo con una furia que no podía controlar.
Finalmente, me liberé, y fue entonces cuando lo escuché: un disparo.
El mundo pareció detenerse. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho, y mis piernas se movieron automáticamente, llevándome hacia ellos. Pero cuando levanté la vista, lo vi. El disparo había resonado, pero la bala nunca llegó a su destino. Toga abrió los ojos, confuso, y lo que vio fue algo mucho peor que la muerte que esperaba.
Yo había recibido el disparo.
Sentí el impacto en el pecho como una descarga eléctrica, una ola de calor que rápidamente se convirtió en un dolor insoportable. Mis piernas vacilaron, y caí al suelo, justo frente a Toga, como una sombra oscura en la luz que se desvanecía.
-No... -susurró Izayoi, con la voz rota por el horror y la desesperación. Sus manos me alcanzaron, temblando, mientras trataba de detener la sangre que fluía de mi herida. -¡No! ¡No puede ser! ¡No tú!
ESTÁS LEYENDO
OBSESIÓN #5
RandomRin Takahashi, una hermosa mujer independiente y acostumbrada a su libertad de un día a otro, su vida da un giro de 360 grados cuando por hacerle un favor a su amiga termina saliendo con un hombre que le dará muchos problemas y partirá su vida en do...