OBSESIÓN #5

T2: CAP 76

—¡HAAAAA!

—Que sucede —mira con preocupación a Neria

—¡En esta otra están torturando a un hombre!!!

Cansada de los gritos de terror de Nérida toma la botella de alcohol que estaba en el suelo y humedeciendo un trapo le hace oler a Rin, que poco a poco comenzaba a despertar.

En medio del caos y la devastación que se había desatado, Takahiro, Sesshomaru, Toga e Izayoi se apresuraron a salir del hotel en un estado de alarma y desesperación. El rugido de las explosiones y los gritos distantes les recordaban que el mundo se estaba desmoronando alrededor de ellos. Los reporteros y el personal del hotel habían huido en pánico, dejando el lugar desierto y silencioso, excepto por el eco de la destrucción que resonaba en la distancia.

—¡Rápido! ¡Tenemos que irnos ya! El ataque es imparable.

Toga, con la preocupación evidente en su rostro, guiaba a su familia y amigo hacia el refugio que les ofrecía una mínima seguridad. Izayoi, entre sollozos y jadeos, miraba alrededor con terror mientras intentaba mantenerse firme al lado de su esposo. Sesshomaru, completamente abatido y ensimismado en su propio dolor, apenas reaccionaba a las órdenes y las situaciones a su alrededor.

El grupo se subió rápidamente a los vehículos, conduciendo a través de las calles que ahora estaban en llamas y llenas de escombros. La ruta al hogar de Toga, fortificado y protegido por los hombres de Sheilong, era la única esperanza que tenían para refugiarse del ataque.

Al llegar a la residencia, los guardias, con armas en mano y alertas, les hicieron señales para que entraran. Las puertas del hogar se cerraron tras ellos con un golpe metálico, y un sentido de seguridad momentánea les envolvió. Sin embargo, la tensión y el temor seguían palpables en el aire.

Una vez dentro, Sesshomaru se separó del grupo, su mente estaba nublada, su corazón roto, y el peso de la traición y la pérdida le oprimía. Sin una palabra, se dirigió directamente al bar del hogar, una zona tranquila que solía ofrecerle un refugio durante tiempos de estrés en su adolescencia. Los espejos en el bar reflejaban una imagen distorsionada de un Sesshomaru desolado, mientras se inclinaba hacia el mostrador y comenzó a servir bebidas fuertes con manos temblorosas.

—Sesshomaru, por favor... ¿No crees que deberías descansar un poco?

—¿Descansar? ¿Qué sentido tiene? Todo está destruido. Rin se ha ido... No hay nada más que hacer.

Toga, aún furioso y frustrado, miró a su hijo con tristeza y rabia contenida. La imagen de Sesshomaru derrumbado al borde del bar era un golpe cruel a la ya desgarradora situación. Con un gesto de impotencia, Toga se volvió hacia Takahiro y le hizo una señal para que se encargara de Sesshomaru.

—Cuídalo. Yo voy a buscar algo de información sobre la situación y asegurarme de que nuestro refugio esté seguro.

Takahiro asintió y se acercó al bar, tratando de ofrecer algún tipo de consuelo a Sesshomaru, aunque no estaba seguro de qué decir. Izayoi, por su parte, se sentó en una esquina, luchando contra las lágrimas y el desasosiego mientras pensaba en su familia y en el caos que los rodeaba. ¿Cómo la estará pasando su hijo Inuyasha?

El bar, normalmente un lugar de relajación y disfrute, se había convertido en un santuario sombrío de desesperación. Sesshomaru, con el rostro hundido en las manos y las lágrimas mezcladas con el alcohol, parecía completamente perdido en su propio dolor. Cada sorbo de licor era un intento de ahogar el grito interno que resonaba en su pecho, un grito que pedía por un respiro, una señal de que todo esto no era real.

Mientras el ruido del ataque continuaba resonando fuera de las paredes del hogar, la familia se enfrentaba a la triste realidad de la destrucción que se había desatado y la pérdida personal que había marcado sus vidas para siempre. El hogar de Toga, con su aparente seguridad, no podía protegerlos de las cicatrices que la guerra y la traición habían dejado en sus corazones.