T:2 CAP 80

111 9 2
                                    

Las explosiones resonaban a lo lejos, mezclándose con los disparos que llenaban el aire, mientras el caos continuaba desatándose alrededor. El terreno estaba devastado, pero eso no detendría a quienes se encontraban en medio del conflicto. La batalla por el control del territorio mafioso estaba en su punto más álgido, y cada segundo que pasaba los sumía más en el desorden absoluto.

—¡Nos están superando en número! —gritó uno de los hombres de Yoichi, refugiado tras una barricada improvisada, su voz llena de desesperación.

Yoichi, imperturbable, apuntó con precisión y disparó dos veces, abatiendo a dos rebeldes que se acercaban demasiado.

—¡Mantén la calma! —rugió con una frialdad que helaba la sangre—. Sesshomaru está cubriendo el flanco izquierdo y Takahiro está en el derecho. No podemos perder aquí. ¡Si mueres, asegúrate de llevarte a cinco más contigo!

El hombre tragó saliva, pero asintió, sabiendo que en los ojos de Yoichi no había piedad, ni espacio para la debilidad. No había lugar para el error. Este ruso despiadado no aceptaba nada menos que la victoria, y sus hombres lo sabían muy bien.

A lo lejos, Takahiro observaba la devastación. Desde su posición elevada, veía cómo el enemigo avanzaba, pero también cómo sus fuerzas mantenían el control, aunque apenas. El humo cubría el campo, haciendo difícil distinguir quién era quién, pero podía ver las sombras de los saqueadores aprovechándose del caos. Su mandíbula se tensó al ver cómo robaban los restos de lo que una vez fueron los prósperos negocios de la familia.

—¡Debemos retomar el casino principal antes de que lleguen refuerzos! —dijo, mientras uno de sus subordinados se acercaba apresurado.

—¿Y Yoichi? —preguntó el hombre, con preocupación.

Takahiro no apartó la vista del campo de batalla, su expresión dura como el acero.

—Yoichi no necesita nuestra ayuda. —respondió con frialdad—. Pero lo que viene después... es lo que debe preocuparnos.

Al otro lado, Sesshomaru se movía entre las sombras, su mirada calculadora y fría. Con movimientos rápidos, eliminaba a los rebeldes que intentaban acercarse a su posición. Cada golpe, cada movimiento, era preciso y letal. No había espacio para el error. Sus ojos, brillantes y serenos, escudriñaban el campo buscando a los traidores que había jurado eliminar.

—Uno a la derecha. —murmuró, apenas audible, justo antes de lanzar un ataque que derribó a otro rebelde. Eliminar a los traidores, sin dejar rastro, era su misión. Y Sesshomaru no fallaba.

De repente, un disparo se escuchó a su espalda. Se volvió con velocidad, apenas viendo cómo un hombre caía tras de él. Era Yoichi, que había abatido al rebelde que intentó sorprenderlo.

—No te distraigas. —dijo Yoichi con una mueca. El caos parecía divertirlo—. Todavía quedan muchos más por matar.

Sesshomaru apenas asintió, volviendo a concentrarse en su propio flanco. El frío aire de la batalla se sentía pesado, y a pesar de que la lucha continuaba, algo se hacía evidente. Los números enemigos seguían creciendo.

—¡Siguen llegando! —gritó uno de los hombres de Yoichi, disparando con desesperación.

Yoichi apretó los dientes, furioso. Despiadado, feroz, avanzó sin importarle el fuego cruzado, derribando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Su rostro, normalmente tranquilo, estaba torcido por una furia casi animal.

—¡Escúchenme, idiotas! —vociferó, recargando su arma con una eficiencia mortal—. ¡Son solo escoria, carne de cañón! No importa cuántos sean, los aplastaremos. ¡Y si alguno de ustedes duda, yo mismo lo mataré!

OBSESIÓN #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora