T2: CAP 70

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Esa misma noche, con el rostro inmutable y la mirada helada, se dirigió al corazón de la ciudad, a un lugar donde la decadencia y el poder se entrelazaban en un peligroso baile. Las luces de neón parpadeaban sobre la entrada de un club clandestino, el tipo de lugar donde se encontraban aquellos que se movían en las sombras, esperando la oportunidad de morder a la mano que les daba de comer. Sesshomaru sabía que allí encontraría lo que buscaba.

Entró en el club con paso firme, la oscuridad lo envolvía, pero no lo intimidaba. Los ojos de los presentes se posaron en él, algunos con respeto, otros con miedo. Se abrió paso hasta una mesa en el fondo, donde tres hombres lo esperaban. Hombres que, hasta ese momento, habían sido leales a otros, pero que ahora necesitaban un líder más fuerte, más decidido.

— He escuchado que estás buscando expandirte, Sesshomaru —dijo el primero, un hombre de mediana edad con cicatrices que contaban historias de batallas pasadas. Su voz era grave, rasposa por el humo y el alcohol.

— No es expansión lo que busco, sino restaurar lo que por derecho me pertenece —respondió Sesshomaru, tomando asiento frente a ellos. Su voz, firme y fría, no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.

Los otros dos hombres se miraron entre sí, antes de que el segundo hablara, un hombre con ojos astutos y una sonrisa calculadora.

— Y, ¿qué nos hace pensar que deberíamos unirnos a ti? Después de todo, la lealtad es un bien caro en estos días.

— Lealtad —repitió Sesshomaru, dejando que la palabra se impregnara en el aire antes de continuar—. La lealtad se compra, se gana... y se destruye. Ustedes buscan más que sobrevivir en este mundo. Quieren prosperar. Y para prosperar, necesitan a alguien que no tenga miedo de ensuciarse las manos.

El tercer hombre, el más joven de los tres, lo observó con interés. A diferencia de los otros, parecía más impulsivo, menos calculador. Sesshomaru lo notó al instante.

— Y, ¿qué exactamente propones? —preguntó el joven, cruzando los brazos con desafío, aunque una pizca de nerviosismo era evidente en su voz.

— Propondré lo siguiente: se acercan tiempos de cambio, y cuando llegue la hora, aquellos que estén a mi lado serán recompensados con poder y riqueza. Pero necesito algo de ustedes a cambio. Necesito sus recursos, sus hombres, y su disposición para seguir órdenes sin cuestionarlas.

— ¿Órdenes como cuáles? —inquirió el primero, su voz llena de sospecha.

— Órdenes para derribar a los que se interponen en mi camino —respondió Sesshomaru sin titubear—. Estoy planeando un ataque durante mi boda, uno que acabará con los territorios leales a Sheilong. Pero este plan necesita financiación y fuerza de combate. Si se unen a mí, no solo sobrevivirán al cambio, sino que se beneficiarán enormemente de él.

El ambiente en la mesa se volvió aún más tenso. Los tres hombres lo miraron con diferentes expresiones: codicia, duda, y finalmente, aceptación. El primero en romper el silencio fue el hombre de las cicatrices.

— Y, ¿Qué garantías tenemos de que cumplas tu palabra, Sesshomaru?

Sesshomaru esbozó una leve sonrisa, una que no alcanzó sus ojos. Se inclinó hacia adelante, mirando a cada uno de ellos directamente a los ojos.

— Las únicas garantías que necesitan son las que obtendrán al unirse a mí. Si ganamos, obtendrán más de lo que jamás habrían soñado. Si pierden... bueno, no estarán vivos para preocuparse por eso.

El joven se río, una risa nerviosa pero intrigada.

— Tienes agallas, Sesshomaru. Eso lo respeto. Estoy dentro.

OBSESIÓN #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora