T2: CAP 74

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Narración por Sesshomaru:

El tráfico era un maldito infierno, pero nada importaba en ese momento. Mi teléfono vibró, y al ver su nombre en la pantalla, mi corazón se detuvo por un segundo. Contesté de inmediato, casi arrancando el dispositivo del tablero.

—Rin... —Mi voz salió más suave de lo que esperaba, rota por la ansiedad.

Del otro lado de la línea, solo escuché sus sollozos leves y que cada uno de esos sonidos era una daga clavándose en mi pecho culpándome por no a verla podido vigilar mejor y evitar que salga de mi vista, si descubro quien era el cáusate de sus lagrimas juro que lo matare. Sabía que estaba destrozada, podía sentir su dolor a través del teléfono, como si lo estuviera viviendo yo mismo.

—Por favor... dime dónde estás —supliqué, el orgullo hecho añicos porque en estos momentos solo me importaba ella, era y será siempre mi prioridad, sin importarme nada más que ella—. No me hagas esto, cariño odio oírte en ese estado... déjame ayudarte.

Entre sollozos, finalmente me dio una dirección, y sin pensarlo dos veces, giré bruscamente en la siguiente esquina, apartando a los demás vehículos como si fueran obstáculos en un camino que debía conquistar. Aceleré, ignorando las bocinas y las luces rojas, cada segundo era una eternidad entre mí y ella.

Mis manos temblaban en el volante, y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Rin estaba sufriendo, y yo no sabia porque ni que hacer para que deje se sentirse así, ahora entiendo las palabras que mi padre me decía "Esta vida es un infierno, que te puede arrebatar a quienes más amas", mi padre le había dado el mando a Sheilong para proteger a su familia, para protegernos de la muerte y los peligro y yo como idiota estaba sumergiéndome a mí y a Rin a ese infierno. 

De tan solo pensar que era el responsable de su miedo y desesperación me hacía querer arrancarme el corazón del pecho pero ya era tarde, había llegado tan lejos que solo me queda buscar otra manera de aminorar su dolor. . . .no puedo renunciar a lo que siempre he anhelado. 

Finalmente llegué al hotel, un lugar modesto en el centro de la ciudad. Salí del auto antes de que siquiera se detuviera por completo, apartando a la gente de mi camino, sin importarme sus miradas o sus quejas. . . tenía que llegar a ella.

Al entrar, vi el ascensor lleno, ¡no podía esperar!. Así que tome las escaleras, subí los seis pisos con una urgencia que nunca antes había sentido, cada paso cargado de pánico. Mi mente era un caos, llenándose de imágenes de Rin sola, herida, ¡tal vez peor!

 No. . . .no podía pensar así, ella tenía que estar bien, debe estarlo porque si veo un rasguño en ella sumiré el mundo entero en el caos buscando al responsable. 

Llegué a su puerta y toqué desesperadamente, mi mano golpeando la madera con una fuerza que casi la rompía. El miedo me atenazaba el pecho, cada segundo que pasaba sin respuesta era una tortura.

—Rin... —mi voz era un susurro tembloroso—. Por favor, abre... te lo suplico...

Finalmente, escuché el sonido de la cerradura girando, y la puerta se abrió lentamente. Ahí estaba ella, arrastrando los pies, su rostro pálido y demacrado, con ojos hinchados por el llanto. Pero lo peor era la mirada vacía en sus ojos, el dolor que la consumía desde dentro.

Sin pensarlo dos veces, la abracé con toda la fuerza que me quedaba, como si al hacerlo pudiera absorber todo su sufrimiento. Podía sentir su cuerpo temblando contra el mío, y mis lágrimas, que había estado conteniendo, comenzaron a caer.

Sentía sus manos débiles aferrarse a mi espalda, y eso me destrozaba aún más. No podía perderla, no cuando sabía que la necesitaba más que al aire que respiraba. . .si ya había aceptado que la necesitaba, sin ella mi vida no tenia sentido ella era mi todo. 

OBSESIÓN #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora