80: Dagas y Edificios

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Sorpresa otro cap más  para que vean que estoy al pie del cañón  con  las actualizaciones

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80: Dagas y Edificios

Las calles de Real de los Lagos se encontraban llenas de color, alegría y fiesta. Alai notó que había más gente de lo habitual caminando por ahí y escuchaba conversaciones en distintos idiomas. Gente de todo tipo estaba disfrutando de la fiesta patronal del pueblo y Alai se sintió un poco abrumado. La idea de ir al pueblo era probar que tanto lo afectaría la mala vibra que siempre le tuvieron, pero entre tanta gente podría pasar desapercibido.

Caminó entre la gente mientras los fuegos artificiales lo iluminaban todo. Llegó a la plazuela del centro del pueblo, vio la pequeña catedral y las bancas del parque, que estaban ocupadas por personas. De repente, sintió un mareo y casi se cayó, pero justo en ese momento, un sacerdote salió de la catedral y fue en su ayuda:

—¡Hey, cuidado! —dijo, evitando que Alai cayera—. ¿Estás bien?

—Sí, creo que... —No pudo terminar la frase, pues otro mareo súbito lo invadió y las piernas le fallaron. El sacerdote lo agarró con más fuerza.

—¡Enedina! ¡Enedina, ven rápido! —gritó el hombre, mirando hacia las puertas abiertas de la catedral. Una mujer salió a toda prisa:

—Ve a buscar al doctor Solórzano en el dispensario, rápido.

—¿Pero qué pasó? —preguntó la mujer.

—Tú hazme caso y ve por el doctor —dijo el hombre. Alai sacudió la cabeza con pena:

—No, no es necesario.

Enedina obedeció al sacerdote y se fue corriendo. Alai la vio irse y el sacerdote lo guió con mucha lentitud hacia el interior de la catedral.

El sacerdote condujo a Alai a una de las bancas más cercanas a la salida y lo ayudó a sentarse. Alai estaba tan mareado que prácticamente se recostó y sintió que no podía respirar. Su pecho estaba agitado, sentía una angustia terrible y veía al sacerdote con ojos llorosos y temerosos. El sacerdote era un hombre bastante joven, a lo mucho tendría unos 35 años. Alai lo pudo ver mejor. Su cabello era negro, peinado hacia atrás, con una barba pulcra y mirada compasiva.

—Ya pronto llegará la ayuda—dijo el sacerdote.

El sacerdote se arrodilló junto a Alai y le colocó una mano en el hombro, intentando calmarlo:
—Tranquilo, hijo, ya pronto llegará la ayuda. Respira profundamente y trata de relajarte.

Alai intentó seguir sus instrucciones, pero su pecho seguía agitado y su mente estaba llena de pensamientos confusos. El sacerdote le quitó la mano del hombro y se levantó, mirando hacia la entrada de la catedral.

—Enedina ya debe estar de regreso con el doctor Solórzano— dijo, como si tratara de convencerse a sí mismo.

Pasó un rato largo y no regresaba la mujer , el sacerdote iba y venía desde la entrada de la catedral hasta la banca de madera lisa dónde estaba Alai.

dio varios rondines hasta que al darse vuelta y encarar la entrada de nuevo, Alai siguió su mirada y vio a Enedina entrar en la catedral, seguida de un hombre mayor con una maleta en la mano. El doctor Solórzano se acercó a Alai con una expresión de preocupación y comenzó a examinarlo:

Alai El hijo de La Magia / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora