35: EN MANOS INESPERADAS

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35: en manos inesperadas

35:  en manos inesperadas

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Alai

No sé cuánto habré dormido pero desperté y sentí la ausencia de Miri.

Era raro porque desde qué estamos aquí ella siempre está a mi lado asegurándose de qué todo esté bien y cuando no está es porque le he pedido que haga algo por mi.

Me giré y vi hacia la ventana; desde donde estaba y con la visión borrosa por la temperatura no podía ver nada sólo luz y tal vez la rama de un árbol que estaba junto a la casa pero mis oídos se dieron cuenta de qué todo estaba en silencio o sea ya no llovía.

Me senté lentamente en la cama dándome cuenta de qué esa era nuestra oportunidad y saqué las mantas de mis piernas inmediatamente sentí frío pero no había tiempo que perder así que fui directamente al armario y busqué ropa que no estuviera bañada de mi sudor y me la puse.

Acomodé bien el cárdigan y me puse los zapatos con franqueza creo que la temperatura ya me estaba empezando a dañar pues me costaba coordinar pensamientos con movimientos o quizás era la propia enfermedad que cada día avanzaba más en fin salí del cuarto y busqué a Miranda la llamé pero no respondió la busqué por todos lados de la casa no estaba.

¿Se fue?

Me senté debilitado en uno de los sillones de la sala y mire para todos lados incapaz de poder creerlo; ella se fue sin mi .

¿ de verdad se fue sin mi?

Sacudí la cabeza apartando esos pensamientos seguramente ella salió para buscar ayuda como lo hizo aquella vez.

Si eso tenía que ser.

De seguro fue a San Agustín mencionó que yo le dije sobre el lugar así que ahí era donde debía ir yo también, no esperé más y salí de la cabaña.

Estaba débil y mareado pero no me importó lo único que quería era encontrarla.

saber que estaba bien y que estamos bien que no se ha arrepentido de volver a estar conmigo.

Cuando pise el camino de tierra sentí temor.

Era como si estuviera apunto de entrar en la senda hacia el infierno pero me obligue a seguir confiando en que todo estaría bien y que llegaría a San Agustín y que allí me esperaba ella y mi madre quizá.

Avancé y los árboles crujían el viento soplaba entre sus ramas haciendo sonidos como de almas en pena o tal vez lo eran.

intente ignorarlo.

Mareado y todo logre llegar más cerca de la carretera pero entonces algo captó mi atención un auto estaba entrando en el camino.

Me paralicé sin saber que hacer del auto salió un hombre y lo reconocí:

— por fin saliste de tu ratonera— dijo Fausto Bustamante

—¿qué hace aquí? ¿Como supo? — intenté retroceder.

Alai El hijo de La Magia / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora