¿Qué harías si un día descubres que una vieja leyenda contada de boca en boca está ligada contigo?
Eso es exactamente lo que Alai. está viviendo... Su madre le guardó demasiados secretos y él no había intentado buscar respuestas, hasta que Miranda...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
88: Maldito
Mientras Alai intentaba decírselo a Aitziber, los atacantes regresaron a la plaza. Manuel, el hermano de Borja, estaba enojado porque había dejado caer su billetera en el lugar y tuvieron que regresar a buscarla.
Justo cuando entraron, vieron cómo Aitziber estaba a punto de besar a Alai. La escena provocó una explosión de ira y celos en Borja.
—¡Maldito! —gritó Borja, su rostro desfigurado por la rabia.
Lo que nadie sabía es que en las partes más oscuras de aquella zona, los errantes
Los que se encargaban de hacer que Alai siempre fuera un imán para el odio y rechazo. Al ver la ira y celos de Borja, soltaron sus esporas, que hicieron crecer el mal sentimiento.
Borja sacó de su chaleco una pistola que había llevado "por si acaso" y gritó:
—¡Muérete, maldito endemoniado!
—¡No! —gritó Aitziber—. ¡No lo hagas!
Alai, aún débil por los golpes, intentó levantarse, mientras Borja, cegado por los celos, no podía creer que una mujer tan guapa y experimentada, una mujer de mundo, quisiera a alguien tan insignificante.
—¿Cómo puedes querer a este don nadie? —gritó Borja, su mirada desquiciada.
Aitziber, al ver la mirada de Borja, recordó lo que su amiga le había dicho sobre involucrarse con hombres más jóvenes que ella y lo peligroso que era por su naturaleza poliamorosa. Casi se retracta de defender a Alai, además solo estaba acercándose a él en ese momento para escucharlo hablar, ya que su voz después de los golpes estaba muy baja.
Iba a decir algo cuando Borja terminó de perder la cordura y detonó la pistola.
"Pium, pium", sonaron los disparos, como si estuviera seguro de que darían en quien deseaba exterminar. Pero en realidad, acabó dándole a Aitziber.
La mujer se desplomó sobre Alai, su cuerpo temblando por el impacto de las balas. Alai, aterrorizado, la abrazó, sintiendo el calor de su sangre sobre la piel de sus manos que trataban de detener su salida inútilmente.
Aitziber intentó decir algo pero al abrir la boca un chorro de sangre fue lo único que salió y después se quedó inerte con los ojos abiertos.
—No, no, no... —gritó Alai,
Borja se quedó paralizado, su mirada fija en Aitziber, que yacía en el suelo, herida de muerte. Su rostro se desfiguró por el horror.
