65: Nunca es Facil

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65: Nunca es fácil

Decidí darnos tres días.  Tres merecidos y soñados días para estar juntos Miri y yo.

Sin correr, sin pensar en nada solo en nosotros y lo que sentíamos.

Disfrutando de besos caricias y mucha charla incluso cuando nadie decía  nada. Claro que cuando tomé esa decisión tuve un poco de miedo.  Me preocupaba que se abriese otro portal antes  de que yo pudiera llegar.

era seguro que se abriera en esa región pero esperaba que no fuera tan pronto.

Y afortunadamente no pasó: pudimos  darnos ese pequeño respiro pero ese tiempo de gracia había pasado.   

  Baje del autobús con Miri delante mío el calor abrazador  a  pesar de que era temprano por la mañana nos dio la bienvenida a Tuxtla Gutiérrez la capital de Chiapas y parada obligatoria para mis planes que a pesar de ser bastante difusos  y propensos a  modificarse según se requiera si era fundamental pasar por aquí.

era esta mi única esperanza de saber si mis amigos  estaban vivos.

Salimos de la terminal deshaciéndonos de las sudaderas y yo no pude evitar sonreír al ver la cara de Miri quien tenía toda la facha de
vagabunda después de más de doce horas de camino. 

Si soy honesto yo también me veía igual o quizás más por mis siempre notorias ojeras aunque ese día me vi en un cristal y no se me veían tanto.
Cogimos  un taxi que nos llevó al barrio San Roque: lugar donde viví con Jacinto y tía Rita  hace tanto, no puedo  mentir  estaba acojonado no sabía lo que me encontraría. quería que todo fueran buenas  noticias sin embargo era consciente de que podría ser lo contrario. Incluso puede que mi presencia  desvele algo que la familia de Yunuen y amigos de tía Rita desconocen. 

El taxi se detuvo en un semáforo que estaba en alto un rato antes de llegar.

— ¿estás bien? — Miri preguntó.

— sí— mentí porque no quería decirle la verdad. Que me daba miedo volver a ser el emisario de la muerte para esa gente que solo fue buena conmigo.

— tienes miedo de que Jacinto no esté con ellos— dijo y yo mire por la ventanilla a la calle entre molesto y avergonzado

— delicada como una aplanadora— le susurre agachando ligeramente la cabeza  y ladeando la  hacia el chofer.

Si usar al taxista como excusa para esconder el enfado y  vergüenza que me daba no poder verbalizar  lo que sentía era un buen truco. 

Y tampoco mentía simplemente no le decía toda la verdad.

Miranda no dijo nada supongo que entendiendo la situación: luego de un  rato llegamos al barrio San Roque y nos bajamos en una calle donde habían barias mueblerías. Los muebles de madera rústicos de todas clases y tamaños, con una capa de barniz trasparente o de color marrón. Muchos simples para que quien los comprase pudiera pintarlos como les plazca. 

Uno de mis amigos de la niñez en esa zona tenía una de esas modestas mueblerías;  bueno él no sino sus padres. David se llama y me pregunté si acaso su negocio seguía en el mismo lugar.

No será tan fuerte para mi si llego primero con él quien no fue realmente afectado por lo sucedido hace años.

— y ahora que sigue— Miri movió las manos frente a mi cara.

Estábamos parados en una esquina y yo dejé de ver hacia  las tiendas y dije:

— recuerdo que un amigo tenía una tienda aquí.

Alai El hijo de La Magia / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora