23. Las últimas palabras.

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La nave JcJanson fue hecha para albergar a 100,000 humanos.

Cuando Sandra nació, ya había un total de 200,000 humanos, obligándola a encontrar un espacio en los motores. Un lugar donde los más pobres se arrastraban por un poco de esa pasta gris con sabor a plástico a la que llamaban "comida".

Como muchos niños, ellos amaban a los Elliott. En ese tiempo solo había dos, pero los veían como seres perfectos que guiarían a la humanidad hacia un nuevo hogar.

Sandra recuerda ver desde las escaleras cómo Alice Elliott, la primera, caminaba junto a su padre. Ella era hermosa. Su cabello blanco, su piel clara y sus brillantes ojos la hacían parecer un ángel. Y no solo eso, pues sus acciones también eran dignas de uno. Sandra recuerda haber visto muchas veces a Alice caminar por los motores, trayendo medicinas y comida para los más necesitados. Una vez tuvo el honor de hablar con ella, y el ángel de la humanidad le dedicó unas hermosas palabras de aliento que casi la llenaron de lágrimas. En ese momento, Sandra se sintió feliz; la vida era dura, pero si los Elliott iban a dirigir a la humanidad, entonces todo estaría bien... ¿verdad?

Cuando Sandra tenía ocho años, escuchó la noticia de que había un monstruo en los motores. Ella no lo creía hasta que lo vio. Vio a Petra Elliott, quien estaba matando a golpes a cientos de personas.

Cuando le preguntaron la razón, ella respondió:

—Tenemos un problema de sobrepoblación. Entonces, decidí ayudar un poco. Vamos, no lloren, no es como si no fueran a morir rápido por estas condiciones. Solo acelero un poco el proceso, por el bien de los Elliott, la humanidad, la compañía y todo eso... En fin, les doy unos minutos para correr. Me gusta cuando corren.

Sandra logró esconderse. Ella nunca olvidó esa noche. En la oscuridad, escuchaba las súplicas de ancianos, mujeres y niños que no querían morir. El sonido de sus gritos cuando Petra los golpeaba, el crujido de los huesos, el chapoteo de la sangre. Sandra lloró en silencio esa noche, al igual que en las siguientes.

Alice llegó poco tiempo después, pidiendo perdón por su hermana y ayudando a los afectados. Entre ellos estaba Sandra, a quien encontró debajo de unos escombros. El ángel la consoló hasta que se calmó, prometiéndole que algo así nunca volvería a suceder. Sandra le creyó, y, de hecho, Petra nunca volvió al sector.

A la edad de 10 años, Sandra fue reclutada para convertirse en soldado de la humanidad. Fue allí donde conoció a Trasher y William, dos niños en condiciones similares a las suyas. Trasher era alto, delgado y muy calmado, mientras que William era el joven más amable que Sandra hubiera conocido... Las cosas han cambiado demasiado desde ese día.

Ese mismo año conocieron a Morgun, quien se encargaba de asignar a los reclutas. Pasaron varios años antes de que los tres amigos fueran distribuidos en diferentes regimientos. Durante ese tiempo, Morgun se convirtió en lo más cercano que tenían a un padre, o quizás a un abuelo. Morgun era amable, siempre contaba historias de un mundo que ya no existía, un pasado que parecía más un mito que una realidad. A pesar de su aspecto desgastado y su cercanía constante a la muerte, su presencia era reconfortante para ellos. Cada palabra que decía, aunque a veces entrecortada por su estado de salud, les daba un respiro en medio de la brutalidad de su día a día.

Por un tiempo, Sandra incluso llegó a creer que él era un Elliott, pues era todo lo que esperaba de ellos... hasta que el verdadero Jason llegó de visita.

Un día, Morgun estaba ocupado. Jason era alto, de piel gris y con ojos verdes esmeralda. Él nos entrenó, y todos estaban emocionados, hasta que el primer niño murió. Jason, por su parte, entrenaba a los nuevos reclutas con una brutalidad aterradora. Lo peor de todo era que, aunque varios niños murieran al poner trampas mortales reales a jóvenes de apenas 15 años, su aburrida expresión nunca cambiaba.

Batalla por Copper 9 || [MURDER DRONES AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora