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Abigail

La muerte es tan bella qué nadie ha regresado de ella
Gustavo Cerati

—¿Realmente te vas a tomar eso?— pregunta, mirando con repulsión lo que estoy sosteniendo entre mis manos como si fuera mi mayor tesoro.

—¿Qué tiene de malo?

—Ah, no sé, ¿tal vez que es un 70% azúcar y 30% café?

—Estás exagerando —resoplo mientras dirijo mi delicioso capuchino, ganándome una mirada de reprobación de Julien—En todo caso, sería solo un 45%.

—Sinceramente, Chia, no sé cómo puedes ser amiga de tal abominación —dice, lanzando una mirada de reproche a mi amiga, como si se hubiera enterado de que hago vudú todas las lunas llenas. Suele ser un tanto dramático en ocasiones.

¿Pero qué artista de teatro que se respete no lo es?

Le doy mi sonrisa más brillante, mostrándole mis labios cubiertos de azúcar solo para molestarlo.

—Eso es porque no podría vivir sin mí. Soy el amor de su vida, Julien; ya es hora de que lo aceptes.

—Es cierto —confirma él, con expresión solemne.

—Además, ¿sabías que las personas a las que les gusta el café negro es porque están amargadas y muy deprimidas?

—Vete a la mierda.

—¿Ves? Es a lo que me refería. Amargado.

—O tal vez es que entró demasiado en el personaje que está interpretando —opina Chiara—Ya sabes, ese chico que odia a todos porque se siente muy solo y termina suicidándose.

—No voy a... —lanza un sonido entre gruñido y carraspeo—Ni siquiera sé para qué me molesto. Su humor negro es bastante molesto, que lo sepan.

—Es cierto —habla Rian por primera vez en la conversación, asintiendo enfáticamente.

—Ey, ¿y tú de qué parte estás? —solo me ofrece un encogimiento de hombros con cara de inocencia.

Entrecierro mis ojos en respuesta.

—De todas formas, si fuera a visitar el más allá, en caso hipotético, por supuesto, me aseguraría de quedarme en este mundo como un espíritu vengativo. Nunca volverán a ser las mismas personas una vez que acabe con ustedes, se los aseguro.

—Cool.

Los tres la miramos a la vez, fijamente.

—Es que solo piénsenlo —Rian levanta sus manos cubiertas de pulseras con varias formas, la mayoría calaveras y cruces invertidas, como si estuviera tratando de abarcarlo todo—El gran misterio de la vida después de la muerte, ¿no les gustaría averiguarlo?

—Nop, para nada.

—La verdad es que estoy bastante bien.

—¿Semana gótica? —pregunto, señalando todo su conjunto oscuro: medias de rejilla y gargantillas de encaje.

Una sonrisa con los labios cubiertos de lápiz negro es su respuesta.

El caso con Rian es que tomaba las personalidades múltiples y creaba una nueva tendencia con ellas. Cada semana elegía un género al azar y se convertía en él. En una ocasión le había preguntado por qué simplemente no se quedaba con uno y ya está.

—¿Cómo puedo saber a cuál realmente pertenezco si no los he probado todavía? Después de todo, los límites solo te los pones tú mismo.

Había decidido dejar el asunto así como estaba. Mi vida ya era bastante problemática por sí sola. Después de lo del idiota de mi ex y la traición de Clarie, habían sido unas semanas un poco deprimentes. Hasta que Chiara aseguró que se había hartado de mi drama y, en contra de mi voluntad, me llevó a conocer a sus dos amigos, quienes eran compañeros en su clase de teatro. Al principio estuve algo recelosa, pero a pesar del corto tiempo, les había cogido cariño. Por alguna razón, sus personalidades tan peculiares me resultaron entrañables, aunque Julien era un auténtico idiota que no sabía lo que era el buen gusto y a Rian se le iba un poco la pinza.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora