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Abigail

Si quieres quemar el
infierno, debes aprender a
jugar el juego del diablo. (Scared. Never After)

El miedo es como espinas dentro de tu garganta, apretando tan fuerte que te impiden respirar o actuar correctamente. Mi miedo siempre ha sido como un disparo, con un único objetivo claro.

Correr o morir.

Es lo que he hecho toda mi vida. Pero en esta ocasión siento las paredes cerrarse a mi alrededor, privándome de una salida. Esta vez no puedo escapar y, si lo hiciera, solo estaría haciéndo todo esto más divertido para él. Me quedo congelada en mi lugar, viendo la promesa de sus ojos vacíos; solo que ya no están vacíos en absoluto, hay una emoción gritando en ellos, y eso me hace estar aún más aterrada.

Esto es lo que trataba de evitar; incluso fui tan estúpida de retarlo.

—Es hora de que pagues las consecuencias de tus actos.

Sin darme tiempo a reaccionar, Asher me inmoviliza golpeando mis pies, por lo que quedo arrodillada en el suelo. Luego amarra mis manos en un dispositivo en el techo, agarra el otro extremo junto con la soga y mis brazos se tensan, por lo que no tengo más opción que ponerme de pie con los brazos alzados.

—No finjas que esto no es para lo que me trajiste aquí en primer lugar.

—Ah, es cierto—responde tomando un trago de lo que sea que tenga la copa a su lado. Como desearía que fuera veneno—Pero es más divertido ver cómo luchas para evitarlo.

La comprensión de esto me golpea: le gusta verme retorcerme y gritar hasta secar mi garganta. Porque sabe que, de todas formas, me tendrá; mi lucha solo es un juego para él, el cual le he estado dando todo este tiempo.

He tratado de escapar.

De luchar contra él.

Sin ser capaz de cambiar el resultado.

—Parecías divertirte mucho allá en la pista con Asher; incluso dejaste que te tocara —dice con un matiz de ira que trata de evitar, pero solo por un segundo—Creías que eso me molestaría, ¿cierto? Niña tonta, no tienes ni idea contra quién estás jugando.

Entonces entiendo de qué va todo esto y cuáles son sus intenciones. Diga lo que diga, sé que el ver que dejaba que otro me tocara, otro psicópata como él y por mi propia voluntad, lo jodió más de lo que admitirá.

Ya estoy harta de actuar en base a lo que él espera solo para su diversión.

¿Cree que me pondré a maldecirlo o a llorar con tal de detenerlo?

Es él quien no tiene idea contra quién está jugando.

—Bla, bla, bla. Por favor, podrías ir directo al punto y dejar de aburrirme con tu incesante palabrería.

Su sonrisa se borra de golpe y la mía se extiende hasta que mis mejillas duelen.

—Al parecer el conejito aún no ha aprendido que las presas no tienen permitido opinar—le dirije una mirada a Asher, que está justo detrás de mí—Tócala.

Siento cómo este se tensa y duda un segundo, pero algo se dicen con la mirada que no soy capaz de entender. Parece que ese algo termina de convencerlo, ya que suelta un suspiro resignado.

—Lo siento, preciosa—comenta poniéndose delante de mí y acariciándome las mejillas—No es en contra de su voluntad como me gusta tratar con las mujeres, pero si te relajas, lo harás todo más sencillo —murmura.

No tengo tiempo de responder, ya que agarra mi blusa de pijama y, con un rápido movimiento, la destroza. Suelto un chillido de sorpresa al sentir el escozor por la tela rasgada y el aire frío cubrir mis pechos. Sacudo mis brazos por un momento, queriendo poder cubrirme, pero sé que es vano. Mi cuerpo se tensa completamente cuando siento su boca dar un casto beso en uno de mis pezones y luego en el otro.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora