18

165 23 33
                                    

Abigail

"El infierno mismo respira fuego contagioso."
William Shakespeare, "Ricardo III"

Asher resultó ser el pecado de la gula y, ciertamente, al que menos odio (a diferencia de ese tal Erin, que, oh sorpresa, es el pecado de la ira). Supongo que toda la comida que me ha ofrecido tuvo mucho que ver; el maldito me conquistó por mi punto débil sin siquiera darse cuenta. También está el hecho de que es el único que no ha tratado de asesinarme entre los que he conocido hasta ahora. Luego de que Kiev se marchara, me llevó a un pequeño cuarto donde curó mis heridas. Eran menos graves de lo que pensaba inicialmente: una ligera contusión a causa de los golpes, que apenas requirió puntos, y ligeros cortes repartidos en mi hombro izquierdo, donde fui cortada por trozos de cristal. Lo estuve observando en todo momento con desconfianza, segura de que en cualquier instante trataría de ahogarme con un pedazo de algodón. A Dios gracias, solo estaba siendo paranoica; todo lo que hizo fue regañarme por mis acciones bastante cuestionables y pedirme de favor que la próxima vez que golpeara a Erin me asegurara de grabarlo y luego se lo mandará a él.

Como si una cosa como esa volviera a suceder.

Al terminar de curarme, me preparó todo un banquete, aunque sospecho que era más para utilizar una excusa así alimentarse él mismo. Nunca en mi vida había conocido a alguien que pudiera comer tanto. Fue extrañamente amable, así que intenté sacarle algo de información.

No soy exigente; cualquier cosa me hubiera servido.

Tristemente, pudo entrever mi patético intento y no soltó prenda; solo sonreía y cambiaba de tema. Por un momento, casi bajé la guardia, pero no he olvidado quién es y a qué grupo pertenece. Este chico dulce y coqueto es el encargado de crear la mayor cantidad de droga de todo el país, así que definitivamente no es inocente.

Ahora mismo nos encontramos atravesando las puertas que conducen al quinto círculo infernal.

El círculo de la lujuria.

—¿Impresionante, no? —pregunta, pero solo soy capaz de quedarme con la boca abierta como una idiota.

No es que no tuviera altas expectativas; Rian ya me había puesto en contexto, pero no es lo mismo presenciarlo en persona.

El círculo es inmenso, como el salón de una mansión de lujo de los años 60, con otro piso en la parte superior. Completamente ambientado en rojo con matices negros y dorados, una de las paredes tiene escrita lo que supongo que es alguna frase. Tengo que acercarme lo suficiente para poder leer debido a que la iluminación es muy tenue y, al ser roja, es bastante difícil identificar algo con total claridad.

"Allí veo de todas partes apresurarse
cada sombra y besarse una con otra,
sin quedarse, contentas con breve fiesta.
Así, por entre su hilera oscura,
se hociquean una con otra las hormigas,
quizá para saber del camino o la fortuna."

—Divina comedia de Dante, ¿no es cierto?

—Chica lista—dice, guiñándome un ojo.

—Todo esto se siente tan... —me quedo en silencio buscando la palabra adecuada.

—¿Deslumbrante?

—Impuro. El mismo aire se siente impuro.

Mis ojos vuelven a conectarse una y otra vez con lo que tengo delante. Todo se resume en una simple palabra.

Sexo.

Jodido sexo por todas partes donde pose mi vista.

Desde la música sugerente, hasta las jaulas doradas colocadas en el techo quienes estan ocupadas por mujeres y hombres con algunos toques de pintura por ropa. Hasta el olor. Podría entrar con los ojos cerrados y saber a ciencia cierta que están follando solo por el aroma que desprende el lugar.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora