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Kiev

La humanidad necesita librarse del concepto de Dios y del diablo y admitir qué ella misma hace el bien y el mal
George Orwell

—...disponibles todas las vías para la importación de la mercancía... perdona, Kiev, pero ¿acaso te estamos aburriendo?.

Mi hermano pregunta, alzando las cejas, por lo que me vuelvo el centro de atención de todos los invitados presentes. Odio estas malditas reuniones, carajo. Gobernadores y viejos millonarios asisten para comprar y vendernos acciones o droga, en todo caso. Ninguno de ellos me agrada; prefiero la parte en que les damos caza debido a cualquier traición.

La diplomacia nunca fue lo mío, a diferencia del hombre frente a mí, que tiene un permanente rasgo de fastidio dibujado en todo su rostro.

—La verdad es que sí. ¿Puedo irme ya?

—Era una pregunta retórica. A nadie le importa si estás aburrido o no; esto es importante y, como miembro de...

—Ahórrame el diálogo, ¿sí? No estoy de humor para esto.

No me da ninguna respuesta; me mira totalmente inexpresivo, pero si hay alguien que puede leer dentro de su expresión, soy yo. Y no está para nada contento. No le gusta que lo desafíe en público; después de todo, tiene que mantener su fachada de jefe con el corazón de hielo.

—Bien, continúen. No es que tenga muchas cosas que hacer en realidad -digo, quitándole importancia con un gesto de la mano.

Por lo que prosiguen con su diatriba como si nada hubiera pasado.

Pero sí que tengo cosas que hacer.

Es la razón principal de mi molestia. Luego de mandar a Erin por el conejito, estuve esperando pacientemente con la intención de mostrarle el lugar, el círculo de la lujuria en su completo esplendor. Por algún motivo que no puedo explicar, quería que viera un poco del verdadero yo. Luego ya me encargaría de torturarla, por supuesto.

Debo confesar que cuando vi a Erin entrar con ella en brazos, inconsciente -ya que había provocado un accidente para mantenerse alejada de mi presencia- me molestó mucho más de lo que admitiría a mí mismo.

Tonta.

Ni siquiera la muerte la va a hacer deshacerse de mí. Ya debería saberlo.

Tuve que retrasar mis planes de castigo gracias al aburrido de mi hermano, cuando ella ahora mismo podría estar tratando de escapar o algo peor; con Asher como compañía, nunca se sabe.

Cuento los minutos en mi mente sin ocultar mi impaciencia mientras Mika me lanza miradas fulminantes. Ni siquiera es realmente necesaria mi asistencia; solo que al cabrón le gusta obligarnos a todos a asistir una vez por semana. "Es para que tenga conocimiento de todos los pasos y cosas que se manejan en el lugar, que se mantengan informados", alaba él.

Y una mierda; eso solo le adora torturarnos por igual.

Luego pasa una hora.

Hora y media.

¿Esta mierda cuánto tiempo va a durar?

(***)

Luego de dos horas soy libre por fin, así que aproximo mis pasos hacia mi destino. Las luces rojas y el familiar aroma me dan la bienvenida, sintiéndome como en casa. Inmediatamente enfoco mi vista donde me interesa y la ubico más rápido de lo que imaginaba: ropa de dormir y cabello rubio que no encajan para nada con el lugar se encuentran sentados en una de las barras.

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