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Abigail

Fingir que no había un monstruo allí
no lo haría desaparecer.
Solo me volvería más vulnerable a
su ataque. (A la caza de Jack el Destripador)

—Debo decir que realmente aprecio tus gustos musicales. Sin embargo en lo que a chicos se refiere deberías replantártelos seriamente.

—¿Q-qué?

—El chico ese bastante pesado que no sabe un no como respuesta, alto, terriblemente poco atractivo—toca su barbilla en gesto pensativo—¿Cuál era su nombre?

Una ola de pánico se apodera de mi dejándome petrificada.

—Él no tiene nada que ver contigo...

—Pero si contigo. Por lo que lo hace interesante para mí.

La música sigue sonando, pero ya no soy capaz de sentirla, todo lo que veo y escucho es al hombre que se aproxima maliciosamente hacia mí con su atuendo habitual completamente en negro, seguramente con la intención de camuflarse mejor en las sombras. Tenso mi cuerpo por completo meditando mis opciones.

—No luzcas tan sorprendida amor, después de todo tú eres la que fue hacia mí.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

No puede ser que se haya dado cuenta, me encargue de estar en una distancia prudencial, lejos de su punto de visión. No es posible que...

—Te ví—asegura con una intensidad que me deja helada—Debo confesar que eso sí que me tomo por sorpresa, me preguntaba que estaría haciendo un pequeño conejito asustado en la entrada del infierno y con compañía, nada menos. Así que pensé que tal vez tenías la intención de verme para disculparte apropiadamente por tus comportamientos de agresividad injustificada.

—¡Y una mierda!—grito dejándome consumir por la rabia—Lo único que me arrepiento es no haberte apuñalado en el corazón en vez de en el muslo.

—Mm, dilo de nuevo. Me gusta como suena—ronronea con una cadencia de voz escalofriante, en estos instantes toda su presencia lo es, como la más oscura y helada de las noches.

Tal vez podría golpearlo repentinamente y salir corriendo de aquí. Poco probable que lo consiga, pero preferiría arrojarme por la ventana antes de seguir estando a su merced.
Pero antes de que pueda intentar nada se acerca aún más leyendo mis intenciones.

—Ah, ah. Ni siquiera lo intentes—soy inmovilizada contra la pared mientras trato de revolverme como puedo, sin embargo no tengo mucho éxito, ya que su cuerpo parece de concreto—Esta tendencia tuya a escapar cada vez que aparezco es bastante molesta.

—Pues deja de aparecer y veraz como no tengo que intentar nada.

Entrecierra sus ojos con una mirada evaluadora justo antes de sostener mis dos manos a la altura de mi cabeza y agarrar mi mandíbula para que no pueda apartar la mirada. Para que solo pueda verlo a él. Se la devuelvo con todo el odio que soy capaz de reunir.

—He terminado de ser paciente contigo—asegura con un susurro en mis oídos consiguiendo helar toda mi piel—Es hora cumplir mi promesa.

—Por última vez, yo no soy culpable. ¡Estás castigando a la persona equivocada!.

—Creo que ya habíamos quedado en la parte en la que no te creo

—¿Qué motivos podría tener para haberlos delatado, ah?—hablo tan rápido como puedo al borde de la desesperación—Solo piénsalo, seguramente tienes muchos enemigos, ¿no tendría más motivos cualquiera de ellos?.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora