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Abigail

."La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido." - Rabindranath Tagore

—¿Estás segura de esto?

No

—Si

—Abi, está bien tener miedo a veces ¿lo sabés, no?

Estoy a punto de reírme en su cara porque el miedo es una puta constante en mi vida.

Pero...

—Si quiero hacer esto no puedo permitirme estar aterrada, eso solo servirá para ser un blanco fácil.

Quiero decir, más fácil de lo que he sido hasta ahora por supuesto. Sé lo que me dirá antes de que abra la boca por lo que me adelanto.

—Te quiero Chia, pero no vas a hacerme cambiar de idea, no sobre esto. Es algo que tengo que hacer.

—Lo se—responde con pesar—Pero estaría más tranquila si pudiera ayudarte de alguna forma. O si al menos tuvieras un plan más sólido que esto.

Entiendo lo que quiere decir, yo tampoco estoy muy conforme. Después de pasarme toda la noche en vela reuniendo ideas para mi plan de ataque me di cuenta de que no puedo hacer una mierda porque simplemente no conozco nada sobre mi enemigo, ni quién es, ni sobre su entorno social, ni que lo motiva.

Absolutamente nada.

Por lo que pensé que la mejor forma de comenzar es por lo obvio. Así que por esa razón nos encontramos en una distancia prudente del antro más famoso de todo Point Pleasant

El inferno.

Tengo que admitirlo, es jodidamente impresionante, no es que esperaba poca cosa, pero aún así el edificio de siete pisos enteramente de concreto negro con matices escarlata es totalmente un foco a la vista, siendo imposible no fijarte en él incluso a largas distancias. Me pregunto como lo hacen para que aún siga siendo un sitio tan reservado.

—Ya me has ayudado bastante creeme—digo regresando a la conversación porque es cierto, si encontramos la localización del inferno en primer lugar es gracias a que la robo de los archivos de su hermano y soy consciente que puede meterse en muchos problemas con su familia por eso.

—No lo suficiente, no puedo dejar que te lances a los lobos tu sola.

—No me voy a lanzar a los...—me da una expresión de incredulidad haciéndome callar—Okey puede que un poco.

Y por un poco me refiero a entrar en el lugar con la intención de reunir toda la información que pueda, ocultando mi presencia en lo que consciente unas grandes gafas de sol y una peluca negra.

¿Ya he mencionado que tomar buenas decisiones no es lo mío?

—Ese psicópata ya debe saber quién eres y si entras conmigo solo servirá para hacer más evidente mi presencia, lo mismo si vas tú. Además si te llega a pasar algo yo...

Ni siquiera pueda terminar la frase, y por sus ojos llenos de pesar se que ella lo comprende. Los rayos del sol la rodean iluminando su cabello rojizo y sus ojos azules como si su solo presencia los estuviera absorbiendo, porque para mí es lo que ella siempre ha sido desde que éramos pequeñas, rayos de sol cuando yo solo me ahogaba en tormentas. Aún es lo que soy.

—De todas formas sabrá que eres tú, lamento ser yo quién te lo diga, pero con esa peluca no engañas a nadie.

Hago una mueca concediéndole eso mientras trato de alizar los risos maltratados.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora