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Abigail

"Aquel que no escucha el trueno, será sorprendido por la tormenta." - Proverbio africano

No creo en leyendas urbanas, ni en artes místicas, ni en la vida después de la muerte. El horóscopo es una farsa para mí, inventada por personas ingeniosas para ganarse la vida. Ni siquiera creo en el maldito destino.

Tacha eso.

Sí creo en el destino; sin embargo, pienso que, a pesar de estar escrito, tenemos la capacidad de cambiarlo. Cada acción, cada cosa que dejamos de hacer, cada pequeño detalle tiene el potencial de alterarlo, ya sea para bien o para mal.

Solía pensar de pequeña que era especial, que era mucho más grande que todo esto, que mi futuro lo era.

Solía pensar muchas cosas.

Pero, ¿acaso no es lo que solemos pensar todos a esa edad? Ya no soy esa niña.

Podría decirte que todos esos sueños que solían cumplirse eran visiones, que esta atracción que tengo hacia lo oscuro, lo místico y lo mágico es por una razón. Pero no lo hago, porque, de ser cierto, ya me ha fallado muchas veces, y en los momentos que más lo necesitaba.

Sobre todo, no creo en premoniciones de cosas que están por pasar. Es un poco irónico, teniendo en cuenta la familia de la que provengo, de la que se supone que hay algo de magia negra en mis venas. Es algo de lo que mi abuela no se cansa de repetir, como si tuviera que estar orgullosa de ese hecho.

Como si fuera igual que ella.

—Tenemos que ir a la policía —dice Chiara por cuarta vez, deteniendo abruptamente el rumbo de mis pensamientos.

Bufó sin poder evitarlo mientras me abrigo más en su chándal buscando calor, lo cual nunca llega. Son mis huesos los que están helados, no mi cuerpo.

—Ya hemos hablado sobre eso; no serviría de nada de todas formas.

—¿Entonces qué? ¿Simplemente dejamos que se salga con la suya? —A una velocidad increíble, se agacha hasta quedar a la altura de mis ojos en el sillón. Tiene la misma expresión que pone cada vez que está desesperada por que entienda su punto— ¿Qué tan lejos tiene que llegar para que actúes de una buena vez?

—No se puede decir que apuñalar a alguien no es actuar en consecuencia —le respondo con una sonrisa triste—Ahora mismo estaría más preocupada por él que por mí.

Sé que es mentira al instante en que las palabras salen de mi boca.

—No es a lo que me refiero y lo sabes.

Por supuesto que lo sé.

Es todo de lo que hemos estado hablando desde el momento en que crucé la puerta. Realmente, lo último que quería era meterla en mis problemas; no puedo permitir que llegue al radar del psicópata para usarla como arma contra mí. Pero no tenía a dónde más ir. Y desnuda, cubierta de sangre y sin dinero, no es como si hubiera tenido muchas opciones.

Gracias a los dioses que se encontraba sola; su madre sufriría un infarto al verme. Desde el instante en que llegué, la llamé por teléfono para decirle que estaba fuera de su casa y que me trajera algo para vestirme y toallas húmedas. Ella accedió casi al instante, sin comentar nada, sabiendo por mi tono de voz que algo ocurría.

LujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora