Capitulo 25

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  Puse los ojos en blanco y mire por la ventana. Tengo muchas preguntas que hacerle, pero no creo que sea el momento para aclararlas. Pienso que, cuando estemos en otro tipo de situación.

Mario: ¿Qué sucede? –Me pregunto mirándome un instante y luego hacia la calle. –

¿Le digo? Me da cosa preguntarle... no sé, no quiero invadirlo con preguntas. O que se sienta incomodo de contarme, si es que no quiere.

Tu: Nada, no te preocupes. –Le afirmé. –

~

Recuerdo haberme sentido rara durante el resto del camino, lo cual era corto. El me miraba de a ratos, yo solo fingía estar distraída mirando por la ventana.
Ahora estoy con mi pijama, en mi cama, desahogándome con las letras, palabras y hablando sola. Diciendo todo lo que quiero decirle, preguntarle y contarle. Como sí él estuviera aquí prestándome atención, hasta me imagino lo que me contestará y todo.

¿Por qué Mario Bautista? Ahora tengo otra duda existencial sobre ti. Me siento intrigada por saber más de ti, mas de tu pasado, de tus ''chicas'' así como las llamaste, de por qué coño me prohibiste estar con Jan y la más estúpida; porque fue que cedí a lo que querías. Lo que más coraje me da ahora, es que cuando estoy con el no me atrevo a preguntarle nada... no sé porque, no sé qué es lo que me pasa cuando estoy con él, en su compañía. Solamente quiero besarlo y que me diga cosas lindas. Solo eso.

Esta semana que paso estuvimos juntos todo el tiempo, supongo que eso me ayudo a sentirme mas cómoda en su compañía.

Son las 01:00am y no tengo sueño. Siento que hiervo, tengo calor en todo mi cuerpo, más que nada en el pecho y los brazos. Decidí darme una fría ducha para calmar esto... mientras me duchaba pensaba cosas, hasta que enjuague mi cabello y cedí al jabón. Lo pase por todo mi cuerpo hasta llegar a mis brazos. Tenía los ojos cerrados bajo la ducha, pero a sentir con mis dedos las cicatrices horrendas que tengo me estremecí. Sin verlas puedo darme cuenta de cuantas son, son muchas. Las vi y no están nada borrosas. Siguen igual... me siento culpable. El invierno acaba y no puedo siempre esconderme detrás de buzos, camperas y remeras con manga larga... todo algún día se descubrirá y caeré ante la discriminación de esta sociedad.

~

Tu: Sí mamá, no estoy metiendo a nadie en la casa. –Solo esa ves... que pareció dormir al lado del mismo Apolo, Dios de la belleza masculina. –
Tm: Esta bien cariño. ¿Tan mal te sientes? –Pregunto preocupada. –

Ah, es que hoy amanecí con calentura y un horrible resfriado. No sé que fue, supongo, que estar en el jardín con poca ropa no me había beneficiado.

Tu: Sí, no estoy tan mal. No te preocupes. ¿Estas disfrutando tu viaje? –Le pregunte, intentando fingir lo más posible la vos de payaso que me salía. –
Tm: Sí claro. –Comento con sarcasmo. –Hay hija, me siento como un cactus en invierno.
Tu: Oh mamá... ¿tan malo es?
Tm: Imagínate... con la justa tu hermana soporta a tu abuela. No es de mala, pero es insoportable hasta para Peter. –Reí, lo cual me provoco dolor. –
Tu: Entonces, qué bueno que no fui. –Es cierto, aun tengo esa duda en mi cerebro. – ¿Y papá? –Le pregunte luego de un silencio. –
Tm: Salió... ____ cuento la horas para largarme de aquí, no soporto a nadie y, además, solo unas cuatro personas hablan castellano aquí. Ya escucharas a Edward.
Tu: ¿Edward? –Pregunte extrañada. ¿Quién era ese? –
Tm: Ah... es un chico muy amigable de aquí hija, regresara con nosotros. Siempre quiso conocer _____ (tu sensual país).
Tu: Oh... que bien por él. y... ¿Dónde dormirá?
Tm: Ah, sí, eso. –Se puso nerviosa. –Peter dormirá contigo así el ocupa el cuarto restante.
Tu: ¡¿Qué?! –Subí la voz. Me dolió. –Mamá, yo necesito mi privacidad. Tengo 15 años y tengo mis cosas...

O sea ¿Cómo iba a compartir un cuarto con Peter? ¡UN BAÑO! Ni loca lo dejo entrar a mi baño. ¿Qué haré en mis días? No quiero ver su cara de wtf al ver cómo me quiebro del dolor sobre mi cama en las mañanas.

Tu: ¿En la misma cama? –Pregunte horrorizada ante su respuesta, si llega a aprobar, estoy perdida. –
Tm: Lamento que sí cariño. –Mierda, mierda y más mierda. No sé qué haré cuando amanezca en la bandera de Japón. –

~

Me la pase el día acurrucada al sofá, mirando películas de amor con un té caliente. No comí nada, en mi estado no quiero hacerlo y eso que apenas puedo respirar. Sonó el teléfono de golpe, me hizo saltar y la ruidosa e intolerante melodía removió mi dolor de cabeza. ¡Santo Dios! Quien será.

Tu: ¿Hola? –Atendí de mala gana. –
Xxx: ¿Así es como atiendes? –Me tomo medio segundo reconocer esa voz. Fue como sí el malestar se me fue y una estúpida sonrisa se adueño de mi rostro. –
Tu: Perdón, es que, ando enferma. –Le dije suavizando mi voz. –
Mario: ¿Cómo? ¿Qué te sucede? –Me pregunto más alterado. –
Tu: Nada de cuidado... es un resfriado y algo de calentura.
Mario: Sí, tu voz te delata. Enseguida voy a cuidarte. –Corto –

Maldita sea. Cerré mis ojos por un momento, con frustración.

No es que no quiera que venga, me encanta la idea. Lo que pasa es que... DOY ASCO. Estoy asquerosamente horrible como para que me vea así.
Corrí al arriba y lo primero que hice fue entrar al cuarto de mi mamá, luego a su baño. Me mire en el espejo, no me reconozco. Estoy pálida, con manchas cerca de mis ojos, mis labios están casi sin color y mi cabello en mal estado.
¡Encima me colgó! Sabe que iba a resistirme a que no venga. Por eso lo hizo. Encima, me había llamado de un desconocido. Es tan listo para todo.

Rápidamente me puse un labial muy, pero muy, claro que ni se nota. Eso le dio vida a mis labios. Ahora ¿Qué hago con mi cara? No se usar esos maquillajes. Solo lo básico: rímel, delineador y para los labios.

Suspiré frustrada. Luego sonó el timbre.

Mi corazón se acelero. ¡Mi ropa! Oh ya que. Estoy en un short de algodón, en medias negras y con un buzo de Nike. Baje las escaleras despacio, porque subirlas rápido me había hecho doler la cabeza. Tenía el cabello mal atado con una coleta. Abrí la puerta mandando todo al carajo y bueno, tan perfecto como siempre, estaba en la puerta. Lo mire unos instantes luego corrí la mirada porque recordé mi mal aspecto. Lo invite a pasar, dio unos pasos pero en lugar de seguir adelante me tomo la mano y me pregunto qué pasa.

Tu: Doy asco, estoy enferma Mario. –Le dije en un tono obvio. –
Mario: –Puso los ojos en blanco. – ¿Por qué las mujeres son tan escandalosas? Te ves normal, _____, solo que más pálida. Lo cual te hace más adorable. Eh.

Miente, me veo un asco. Mire a otro lado, no quiero discutir.

Mario: ¿Comiste algo? –Pregunto entrecerrando los ojos. –
Tu: No. No tengo ganas de comer nada.
Mario: Tienes que comer. Sino no te sanaras jamás. –Me reto. –
Tu: Me duele cuando trago –Me quejé. –
Mario: Oh, eso es lo más horrible del mundo. –Finalizo siendo sarcástico. –

Cambiaste Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora