164. Soledad

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Aún quedan algunas horas para que los primeros rayos del día se ciernan sobre Polis, corre una fría pero agradable brisa que mece las hojas de los árboles y que hace que las velas encendidas por toda la habitación de la Heda de los Trece Clanes titilen a su paso.

Lexa ha despertado nuevamente sobresaltada hace unos pocos instantes, las pesadillas que la atormentan son tan reales que teme quedarse atrapadas en ella. Puede oír los gritos de Clarke, los bravos gruñidos del pauna atacándoles. Puede oír los gritos de Abby siendo su carne desgarrada por él y el sonido de la espada de Lincoln al caer de un brusco golpe al suelo. El gotear de la sangre al resbalar de las fauces de la bestia la desvelan y por supuesto, nadie hay allí para reconfortarla. Nadie que ella quiere que este.

Roan que permanece tumbado en otra cama justo en la pared de enfrente a pocos metros de ella la observa largos instantes desde lejos.

—¿Otro mal sueño? —pregunta atreviéndose a interrumpir el pesado silencio de la habitación.

Lexa que le escucha sentada en la cama cierra los ojos concentrándose en borrar esas imágenes de su mente antes de destaparse y bajar los pies al suelo sentándose a la orilla de la cama.

—Sabes que no puedes seguir ignorando mi presencia para siempre, ¿verdad? —dijo Roan incorporándose un poco en la cama para verla—. La Coalición se dará cuenta si lo haces.

La Heda de los Trece Clanes que ahora tenía otras preocupaciones mayores en mente mucho peores que el disgusto de un par de seniles embajadores le ignoró de nuevo.

Roan que terminó quitándose las pieles de encima se levantó de la cama y caminó por la habitación hasta la puerta de la terraza antes de volverse a mirarla.

—Sé que lo que hice estuvo mal, que no debí forzarte a nada pero ambos debemos unir fuerzas para lo que está por venir, ¿entiendes? —se la quedo mirando él a los ojos—. Si lo haces por ti, hazlo por Halena, hazlo por tu pueblo.

—No te atrevas ni a nombrarla —amenazó ella enfrentando sus ojos con decisión y rencor—. Te lo advierto...

—Si alguien tan cercano y leal como Titus ha osado atreverse a alzarse contra ella —dijo Roan con sereno gesto—. ¿Qué te hace pensar que nadie más lo hará?

—¿Es una amenaza? —preguntó Lexa poniéndose en pie nada más oírle con aire desafiante.

—Es una observación —repuso Roan enfrentando sus ojos antes de acercarse peligrosamente a ella—. Azgeda no es la única interesada en verte caer y ahora que Wanheda ha muerto...

La mano de Lexa salió disparada hacia su cara con tanto impetud que la cara de Roan cayó a un lado y su labio se abrió en sangre.

—No vuelvas a decir eso en mi presencia jamás —arrastró Lexa las palabras con frialdad y resentimiento dando un paso hacia él—. Porque eso es algo que aún no sabemos.

Roan que observó el dolor reflejarse en sus ojos al decir eso hizo un súbito gesto.

—Claro que lo sabemos —contestó él lentamente viéndola así de herida—. Si no es así, dime por qué eres incapaz siquiera de conciliar el sueño.

Lexa que apartó la mirada con dolor intentó endurecer su rostro pero su dolor no detuvo a Roan de continuar hablándole.

—Puedes verla, ¿verdad? —insidió él con tenacidad—. Puedes ver su rostro y oírla gritar, puedes ver su muerte y el dolor que la envolvió en aquellos últimos instantes.

—Callate... —apenas murmuró Lexa sin mirarle cerrando sus ojos ante la opresión que sentía en su pecho.

—Sabes que no es la primera vez que la sangre de alguien mancha tus manos y aún así ese dolor que sientes es tan nuevo que abruma todos tus sentidos —continuó diciendo el Príncipe sin apartar los ojos de su cara.

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now