213. Cuestión de Recetas

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Clarke que ha conseguido vestirse con la intención de salir al fin de su habitación y bajar a cenar, realmente tiene el propósito de hacerlo pero cuando se acerca a la puerta la indecisión pende en el aire haciendo que se retire de la puerta.

No está lista. No lo está para enfrentar una cosa como está y mucho menos para soportar los incómodos silencios o las extrañas miradas del resto. Aunque muchos desconozcan lo ocurrido, tiene la sensación de que exhibirse de esa forma no hará más que exponerla a la opinión del resto.

No desea nada de eso. No quiere atenciones especiales, ni quiere la piedad que sabe que despertará ahora en los que han sido hasta ahora sus amigos o en el resto. No quiere que su madre se de cuenta, ni quiere que Lexa lo sepa. No quiere que Octavia la odie ni quiere que Halena se culpe por ella. No quiere que esa chica Emori la contemplé con apático reflejo ni quiere que Bellamy pueda sospechar tampoco nada de todo aquello.

Encontrarse en la misma habitación que Lincoln es algo para lo que sabe que no está preparada y que teme profundamente tener que hacerlo. No, ahora todo se ve más claro.

Bajar es una equivocación. Allí dentro al menos se sentirá más a salvo del resto.

Si, lo mejor será permanecer allí y enfrentar las cosas en otro mejor momento.

Abrazándose un tanto incómoda frotó su mano contra su brazo queriendo deshacerse de esa inquietante sensación que tenía metida en el cuerpo.

Algún día, tarde o temprano tendría que salir de allí. Tendría que hacerlo. No podría permanecer aislada para siempre del resto.

Lo que había ocurrido había sido terrible y jamás podría sacárselo de la cabeza, pero el mundo no dejaba de girar por ello.

La vida no se iba a detener, ni a esperar a que ella solucionase sus problemas. La vida iba a tragársela enterita y escupir sus restos en algún lugar entre la locura y la incoherencia.

Clarke se sintió abrumada al pensar acerca de ello, el estomago le dolía y las nauseas le cosquillearon nuevamente en la garganta.

No, no podía bajar sin más.

No podía.

Suspirando resignada se dio la vuelta para dirigirse nuevamente a la cama deshaciéndose de sus botas por el camino y justo cuando se disponía a subirse a ella escuchó llamar a la puerta. Clarke se tensó dirigiendo su vista hacia ella.

Habían guardias en el pasillo, la puerta no estaba abierta. Nadie desconocido podría tener acceso a ella, meditó rápidamente ella conteniendo el aliento durante un breve momento.

—¿Quién es? —se atrevió a preguntar ella entrecortadamente mientras se apartaba de la cama para dirigirse a tientas a abrir la puerta.

Cuando lo hizo, Murphy que tenía la mirada puesta a lo lejos en los imponentes guardias del pasillo se balanceo sobre sus propios pies taraeando alguna olvidada letra. En cuanto escuchó la puerta abrirse ante él levantó un poco la cabeza.

—¿Murphy? —se desconcertó ella que de todos los rostros que pasaron por su cabeza él no fue siquiera uno de ellos.

Murphy que no creyó que abriese, pareció un tanto desinquieto ahora que la tenía en frente.

—Imagino que no tendrás mucha hambre pero se me ha ocurrido que traerte unas galletas tampoco te hará demasiado daño —dijo él al tiempo que levantaba una bandeja que se había llevado del comedor mientras servían algo de cena.

Clarke que se le quedo mirando largos instantes con evidente desconcierto y recelo dirigió sus ojos a las galletas que tenían una maravillosa pinta y que además olían deliciosamente bien.

Ella y Murphy nunca se habían llevado demasiado bien aunque habían existido momentos en que su relación había sido algo parecido a una especie de amistad. Debía estar preocupado por ella si se había tomado tantas molestias, eso o querría envenenarla de alguna forma.

Aún así aceptó la bandeja algo avergonzada tratando de poner buena cara.

—Tienen muy buena pinta, gracias...

Murphy que asintió con la cabeza la vio disponerse a cerrar la puerta y paró está con la mano tomándola un poco por sorpresa.

—¿Qué tal te encuentras?

Clarke que no supo ni que contestar en esos momentos hizo un súbito gesto.

—Aún están algo caliente —le dijo Murphy quitándole la bandeja de la mano antes de entrar en la habitación dejándola sobre el aparador—. Debes tener cuidado con ellas...

Clarke que no esperaba que entrase permaneció de pie junto a la puerta algo estupefacta. Era evidente que John Murphy solo intentaba ser amable con ella por lo ocurrido pero aún así apreciaba el esfuerzo.

—No son como las que había los martes por la tarde en el Arca pero saben igual de bien —intentó él mirando las galletas antes de volverse hacia ella—. ¿Quién sabe? Quizás te gusten...

Clarke que tragó un poco puso buena cara asintiendo antes de abrazarse un poco nerviosamente de nuevo.

—Quizás si...

Murphy que hizo un quedo gesto se pasó la mano por el pelo no sabiendo ni de que hablar con ella pero no queriendo dejarla sola de nuevo.

—¿Te has fijado en lo buena que se ha quedado la noche fuera? —musitó él inusitadamente dirigiendo la vista fugazmente hacia la terraza—. Huele un poco a tierra pero no creo que vaya a llover. Es extraño siempre imagine que la lluvia olería distinto, ¿tú no?

Clarke que no supo ni qué estaba Murphy haciendo apenas pudo contestar viéndose interrumpida por él.

—En las pelis del Arca nadie hablaba nunca de ese acre olor que desprende la tierra al mojarse. Deberían haberlo mencionado quizás en algún momento así no nos hubiese pillado de sorpresa, ¿no crees? —murmuró él con una indiferente mueca algo nervioso apoyando la mano del mueble antes de jugar con una de las galletas—. Todo es demasiado viejo, pero parece demasiado nuevo para nosotros...

—Murphy... —murmuró Clarke dándose cuenta de que estaba divagando por completo.

—Si, ya lo sé. Debemos ser pacientes, adaptarnos a todo esto lleva un proceso, bla, bla, bla... —se desvió él del asunto llevándose la galleta a la boca antes de saborear un poco—. Está buena, al menos hay algo bueno aquí a lo que acostumbrarse después de todo. Toma, pruebalas...

Clarke que vio como le ofrecía la bandeja dudó un poco pero finalmente alargó la mano cogiendo una de ellas. Hacía días que su estomago no toleraba ninguna clase de alimento y al probarla descubrió cuanto necesitaba de ese sustento.

Estaba rica, sabía a jengibre y a mazapan, una mezcla extraña que resultaba estar buena.

Murphy que la vio dar otra especulativa mordida se sonrió un poco terminando otro poco de su galleta.

—Están buenas, ¿eh?... —murmuró él sentándose en el suelo para sorpresa de ella haciéndole un gesto para que se sentase también a ella—. No tengo ni idea de cómo las harán pero estoy seguro de que no tardan mucho tiempo en hacerlas...

Clarke que extrañamente lo hizo junto a la abierta puerta probó otro poco de la galleta poniendo buena cara mientras le veía dejar la bandeja en medio y cogía otra de las galletas a tientas.

—Aunque yo les añadiría un toque de las frutas moradas aquellas que encontramos cerca del campamento... —le recordó él con media sonrisa centrado en la galleta mientras curiosamente Clarke había tomado otra y comenzaba a comer de ella—. Sería muy guay... —continuó hablando él que no parecía tener intención de marcharse ni de dejarla sola en aquel momento.

Por primera vez en mucho tiempo, Clarke no se sintió juzgada ni amenazada, tan solo acompañada y agradeció lo que Murphy estaba haciendo. Después de todo, ni eran amigos, ni él le debía nada a ella.

—No creo que le diesen un mal sabor ni que su aspecto cambiase del todo pero nunca se sabe como eso...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now