233. Nuestro Pueblo

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La luna brillaba alta en el cielo de Polis esparciendo su pálida luz por cuanta superficie se extendía bajo ella otorgando un misterioso y mágico aspecto a toda la inmensa ciudad.

Los pies de Halena se despegaron juntos del suelo en el momento en que el firme cayado tuvo intención de golpearla y en cuanto volvieron a posarse en tierra, instintivamente uno de ellos se levantó dirigiéndose directamente hacia la cara de Lexa.

Ella que levantó su mano bloqueando el acertado golpe con la mano contraria con la que sujetaba el cayado. Vio a Halena levantar el suyo por encima de su cabeza con intención de golpearla.

—No tan alto —la corrigió ella al instante cerrándole el golpe con el suyo antes de apartarla hacia atrás con fuerza—. Eso da ocasión a tu enemigo de hacer esto —dijo Lexa girando sobre si misma agachándose al tiempo que golpeaba con el cayado por encima de sus talones levantándole los pies del suelo antes de hacerla caer de espaldas al duro suelo, colocando el cayado a la altura de su cuello mientras se levantaba.

—No lo volveré a hacer —dijo Halena sin apartar sus ojos de ella aferrando con la mano el cayado respirando agitadamente del suelo.

—Bien... —dijo Lexa retrocediendo para permitirle ponerse en pie.

Halena que la vio alejarse así de ella echó las piernas hacia atrás y con un rápido movimiento, tomando impulso de ellas se puso en pie de un salto recuperando el cayado del suelo antes de golpear a Lexa inesperadamente a la altura de sus piernas haciéndola caer hacia atrás antes de mover el cayado en un veloz movimiento colocándolo junto a su mejilla.

—Nunca olvides que por muy derrotado que creas que este tu enemigo este no se levantará si tiene ocasión de hacerlo...—murmuró Halena con un férreo gesto ladeando la cabeza viendo la súbita sorpresa en los ojos de Lexa.

—Cierto... —aseveró Lexa llena de orgullo viéndola retroceder y tenderle la mano que ella tomó a bien para levantarse—. Indra no exageraba en sus enaltecimientos hacia ti, me complace comprobar eso.

—Indra es demasiado indulgente, igual que lo eres tú al no advertir de todos los errores que he cometido —reconoció Halena acercándose a los bancos de piedra en forma de semicirculo lugar sagrado de entrenamiento para los Natblidas—. Podría haberte derribado al menos en tres movimientos antes...

—Te exiges demasiado —dijo Lexa siguiéndola con la mirada viéndola dejar el cayado apoyado en él para atarse mejor las correas de las botas que se le habían soltado.

—He de hacerlo si quiero estar a tu altura alguna vez —le recordó Halena con un suave gesto.

—¿Te preocupa eso? —advirtió Lexa con un atisbo de preocupación en sus ojos.

—Claro que me preocupa, no quisiera decepcionarte en ningún momento.

—No lo haces —aseguro Lexa acercándose a ella bajo las estrellas de la meditabunda noche—. Halena, mirame...

Ella que suspiró al escucharla paró de atar sus botas volviendo la cabeza hacia ella.

—Has estado muy enferma y aún recuperandote has estado a la altura en todo momento —dijo Lexa mirándola a los ojos convencida de ello—. Puedes sentirte preocupada por tu rendimiento, eso te lo concedo. Más, te aseguro que yo no puedo estar más segura de en qué manos delego a mi pueblo.

Halena que vio la paz y la serenidad que albergaban sus ojos al decir eso supo que todo lo que decía era cierto. Lexa realmente confíaba en ella para que algún día liderase a su pueblo por el camino correcto.

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now