280. Lealtad y Fidelidad

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El olor de la fría nieve invernal que se consolidaba en las gélidas tierras norteñas de Azgeda le recordó a Roan a su más tierna infancia especialmente cuando solía acompañar a su madre en busca de sangre o esa clase de justicia que solo ella sabía impartir. 

Los cascos del caballo golpearon sonoramente el suelo removiéndose inquieto mientras dos de los guardias lo llevaban rumbo a los establos. Roan no tardó demasiado en atravesar las puertas y dirigirse al frío salón del trono de la Fortaleza del Hielo donde Ontari debía estar.

No se equivocaba.

Las puertas permanecían abiertas de par en par mientras que los guardias apostados en el pasillo tenían ordenes explicitas de no abandonar sus puestos.

Ontari estaba arrodillada sobre la roja alfombra con Eilan en brazos mientras este jugaba con un puñado de nieve fresca que como cada mañana los guardías habían traído y con la que ambos construían un gran castillo que a duras penas Eilan tardaba en destrozar como buen bebé que era.

—No, no —murmuró Ontari con media sonrisa evitando que se llevase la nieve a la boquita—. Mírate los deditos no puedes quitarte los guantes ni comerte la nieve, está empezando a ponersete la piel roja y luego te dolerán las manitas si haces eso —sacudiéndole un poco la nieve de las pequeñas manos antes de calentarlas con las suyas y llevárselas a los labios para llenarlas de besitos que hicieron que Eilan riese volviendo a tocar la nieve en cuanto le soltó.

Roan que se había quedado de pie en el umbral de la puerta no pudo evitar fijarse en la sonrisa que inusualmente esbozaba la cara de Ontari. Nunca la había visto tan radiante o tan feliz y sinceramente sentía un poco de envidia de ella.

—Na... quí —repuso Eilan con una vocecita tirando el nuevo puñadito de nieve sobre la parte de arriba del castillo a medio hacer.

—¿Aquí? —le preguntó Ontari teniéndose que sonreír viendo la nieve derrumbarse un poco ayudando a tomar forma para él—. Pues si es aquí donde prefieres la nieve, aquí la dejaremos, ¿vale? —besando su cabeza tras acariciarla tiernamente ayudándole a reunir más nieve de la esparcida por la alfombra.

—¿No es esa la misma alfombra donde le cortaste la garganta a mi madre? —preguntó Roan atravesando el umbral para acercarse a ellos.

Ontari que verdaderamente estaba inmersa en el juego con el niño se maldijo a si misma por distraerse y no percatarse siquiera de quien se acercaba a ellos volviendo la cabeza para mirarle.

—No, esa quedo tan inservible que la hice tirar —le espetó ella con indiferencia—. ¿Qué haces aquí?

—Halena ha desaparecido —anunció Roan observándola largamente —. Y creí que te gustaría enterarte por mi a hacerlo por un desconocido.

El rostro de Ontari cambió y dejando al niño en el suelo jugando se puso en pie acercándose inmediatamente a él con un duro gesto.

—¿Qué le has hecho?

Roan levantó las manos parándola de inmediato antes de perderse en aquellos fieros ojos que tanto le gustaba admirar.

—Nada, por eso he venido —la tranquilizó él sosteniéndole la mirada—. Halena va a ser la hermana mayor de mi futuro hijo y quiero encontrarla tanto como lo deseas tú o como lo desea Lexa.

El rostro de Ontari no pudo ocultar la sorpresa por la noticia de su "futuro hijo" con Lexa pero trató de ignorar la punzada de traición que sentía en aquellos momentos.

—¿Crees que puede haber huido hacia Azgeda?

—Huido no, una mujer se la ha llevado.

—¿Una mujer? —le miró ella con desconfianza por todo aquello que estaba oyendo—. Halena no dejaría que...

—Halena ha accedido a ir con ella para salvar la vida de Clarke, Ontari —explicó él con sensatez viéndola—. Creemos que intentará venderla en Azgeda o en tierras más lejanas.

—¿Por qué iba esa mujer a...?

—Halena es Anorah, Ontari —la interrumpió él sincero mirándola a los ojos sin ver el cambio en ellos—. Aunque eso tú ya lo sabías, ¿verdad?

Ontari endureció su rostro desviando la mirada, no traicionaría a aquella niña por nada del mundo.

—¿No pensaste que sería importante contárselo a Lexa? ¿Decírmelo a mi, al menos?

—Eso solo le concierne contarlo a ella no a mi y no te lo dije porque yo no tengo porque traicionar su confianza —repuso Ontari alzando una ceja más que recalcando la obviedad.

—La salvaste —le espetó Roan tomándola del brazo bruscamente para verla a los ojos inclemente—. Sabías lo que era y aún así la salvaste, ¿por qué?

Ontari se soltó bruscamente antes de dar un amenazante paso para él.

—Cuido de mi hijo cuando no se me permitía hacerlo, no voy a dejarla morir ni ahora ni nunca, ¿entiendes? —volviendo ahora la cabeza hacia la puerta—. ¡Guardias! 

Enseguida los cuatro más cercanos irrumpieron por la puerta quedándose de pie al frente. 

—La hija de Heda ha desaparecido, quiero que reunáis a todos mis hombres y peinéis todo Azgeda casa por casa hasta dar con ella. Si no está aquí antes del alba abandonad mis tierras e id a buscarla. No quiero que regreséis hasta que la encontréis.

—Si, mi reina —contestaron prácticamente todos al mismo tiempo inclinando la cabeza antes de abandonar precipitadamente el salón para hacer cumplir inmediatamente su orden.

Ontari se volvió hacia el niño y no pudo evitar que el corazón se le encogiese pensando en cómo estaría Halena y en cómo estaría ella si fuese hija suya.

—¿Lexa?

—Nunca antes la había visto tan destrozada —admitió Roan apartando un poco la mirada—. Sé que aproveche su debilidad para cumplir con mi propósito pero si he de ser honesto, no me siento orgulloso de lo que hice. Mi madre lo estaría, sin duda pero...

—No quiero oírlo —le interrumpió Ontari secamente mirándolo—. Quiero que lideres a mis hombres, encuentres a Halena y salgas de mi vista lo antes posible o tendré que deshechar esta alfombra también.

Roan que pudo percibir el ligero temblor de su cuerpo se acercó a ella.

—Ontari, yo...

—Fuera —le ordenó ella señalando a la puerta con el dedo.

—Pero yo quiero...

—Tus explicaciones no me interesan. Quiero que encuentres a esa niña o tú y yo jamás volveremos a cruzar palabra en lo que te reste de vida —dijo ella acercándose a Eilan para levantarlo del suelo y marcharse hacia su habitación a pesar de que las manitas del pequeño pugnaban por seguir jugando con la nieve.

Roan la vio marchar y supo que Ontari hablaba muy en serio en ese momento. Era un alivio que su rencor, su odio y su desprecio no lo volcase en Lexa pero él la había traicionado como no creyó conseguir hacerlo. Compensarla por ello, no iba a ser cosa fácil pero tendría que hacerlo o ninguna de las dos perdonaría jamás el hecho de que aquella niña no apareciese jamás.

Ninguna lo superaría, se dijo con resignación antes de suspirar y salir de la habitación para ir a por los hombres de Ontari.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now