264. Esa Es Mi Chica

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Los primeros rayos del día acariciaban el cielo de Polis cuando la puerta de las estancias privadas de la Heda de los Catorce Clanes se abrió muy lentamente dejando entrever una oscura silueta que como una vaga sombra se coló en la habitación cerrando tras de si la puerta.  

El sonido aunque apenas perceptible hizo que Lexa kom Trigeda, Comandante de la Sangre y descendiente de la más pura sangre de Becca Pramheda, la primera en su nombre levantase la cabeza de la almohada donde desde hacía horas lloraba abatida en silencio.

La imagen que nada más incorporarse un poco en la cama llegó a ella la dejó completamente paralizada y perpleja. Clarke estaba de pie allí frente a ella, descalza, despierta. El sedoso camisón ciñéndosele al cuerpo mientras su larga y rubia melena enmarcaba un rostro tan hermoso como el lugar de donde Wanheda procedía.

Los afligidos y tristes ojos de Heda brillaron cuando los de Clarke encontraron los suyos, y Lexa tembló. Literalmente se estremeció al verla de aquella manera ante si creyéndola más que un sueño, una aparición.

—¿Clarke?... —musitó Lexa sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas más de felicidad y alivio que de tristeza. La esperanza de recuperarla, de que de verdad estuviese allí llenaba su herida alma y su maltrecho corazón.

Los ojos de Clarke fijamente clavados en los suyos también brillaron de pura anticipación. Eran pocas y contadas las veces que la implacable Heda de los Catorce Clanes había llorado frente a ella pero aquellas lágrimas eran tan sentidas y sinceras que la propia Clarke se compadeció.

Toda la culpa, todo el temor, toda la angustia y el dolor que hasta ahora la habían dañado, se vieron liberadas en forma de lágrimas de verdadero arrepentimiento y desconsuelo.

—Clarke...

Clarke que vio una de esas lágrimas caer sobre su azul y oscuro camisón, tardó un solo segundo en cruzar la habitación y llegar a ella tomándola del rostro con firmeza justo antes de atrapar sus labios en un intenso y necesitado beso cargado de pasión.

Por un momento, los ojos de la mujer más poderosa de todo Polis se cerraron, y lágrimas de auténtica felicidad se deslizaron por sus tupidas pestañas manchando su rostro y el de Clarke que prolongó aquel beso hasta que la respiración se hizo necesaria.

Posando el dorso de su mano sobre el rostro de Lexa, Clarke la deslizó suavemente llevándose consigo sus lágrimas y todo aquel dolor que la embargaba.

—¿Me has echado de menos?... —susurró ella muy cerquita de sus labios con la mirada puesta en sus preciosos ojos verdes.

Lexa que tenía su acuosa mirada puesta en ella como si estuviese siendo testigo del mayor de los milagros se sonrió amargamente temblando más al escucharla.

—¿Cómo puedes siquiera preguntar eso?...

Clarke que se sonrió más al escuchar aquellas palabras se inclinó tomándola de la barbilla para levantar su rostro y poder disfrutar nuevamente de la calidez de sus labios una vez más así.

Lexa que recordó todo cuanto había ocurrido, todo por cuanto Clarke había tenido que pasar por su culpa, todo cuanto Halena estaba pasando bajó la mirada teniendo que cubrirse el rostro con las manos rompiendo a llorar.

—Te he fallado...

—No, no... —murmuró Clarke indolente apartándole el largo cabello moreno del hombro antes de posar sus labios en la desnuda piel de su hombro estremeciéndose a la vez—. Tú no me has fallado, Lexa...

—Yo liberé a esa mujer. Anya la encerró y yo la liberé —lloró Lexa al oírla viéndola tremendamente afectada a los ojos—. Yo solo quería respuestas, quería... creía que ella... que ella quizás sabría...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now