205. Descubrrimientos

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En la majestuosa sala del trono de la más alta Torre de Polis, la Heda de los Trece Clanes seguía con la mirada en silencio a la insólita y extraña mujer que había rescatado del rincón más recóndito de sus calabozos.

Caminaba sucia y descalza por la regía alfombra mientras sus ojos captaban el brillo de cada una de las velas encendidas por toda la imponente habitación. No parecía desorientada ni perdida, sus ojos escrutaban cada grieta y detalle de la sala mientras su figura se movía como una sombra de lo que una vez debió ser.

—Lo rrecorrdaba distinto...

Lexa que la escuchó ladeo ligeramente la cabeza con súbito desconcierto.

—¿Habías estado antes aquí?

—Cientos de veces, con la anterriorr Comandante —aclaró la mujer volviéndose para verla un momento—. Estaba aquí el día que te trrajeron...

—No recuerdo nada de aquel día —rememoró Lexa guardando silencio unos instantes antes de que la abrumase la falta del recuerdo—. Recuerdo lo que ocurrió en la aldea, recuerdo cada detalle de lo que pasó, más no recuerdo nada de cómo acabe aquí.

—Es lógico —reconoció la mujer con cierto aire de gracia observándola con un desatinado gesto—. Yo hice que lo olvidarras. Anya me pidió que lo hiciese...

El rostro de Lexa cambió súbitamente y un frío escalofrío le recorrió la espalda.

—Eso son sandeces.

—¿Ah si? —sugirió la mujer arqueando una ceja con una soberbia sonrisa—. ¿Apostarrías tu vida a ello?

Lexa que endureció la mirada no fue capaz de dar una respuesta concluyente, y la mujer dejó escapar una desagradable carcajada que resonó por toda la enorme habitación.

—Trranquila, comprrendo que no puedas hacerrlo —repuso la mujer con una ácida sonrisa vanagloriándose por toda la señorial habitación.

La Heda de los Trece Clanes la cuál se sentía ahora más intranquila y atraída por su enigmática presencia tenía cientos de dudas al respecto de su incógnita aparición.

—Este lugarr ha cambiado mucho con el paso del tiempo —pronunció ella apartándose de Lexa para acercarse a una de las destartaladas paredes—. Siemprre supe que volverría a verrlo y que te perrtenecerría a ti cuando lo hiciese...

Lexa que la contempló desde lejos acercarse a una de ellas, tanteándola con sus huesudos dedos no entendió qué estaba intentando hallar allí hasta que al rasgar el mohoso papel que encapotaba toda la pared a partes iguales, una vieja puerta oscura apareció ante ella.

La vieja extraña sonrió y sus ojos se cerraron con puro deleite.

—Oh aquí estás, cómo te he echado de menos...

La sorpresa y el desconcierto hicieron mella en el pálido rostro de la Comandante. Tantos años había pasado allí que creía conocer cada rincón al igual que cada oscuro secreto de esa habitación.

Y al parecer, se equivocó.

La mujer se tanteo el cuello y jaló de la delgada cuerda que sujetaba una vieja llave a su cuello. El único objeto de valor que le habían permitido conservar en su harapiento atuendo.

Cuando la mujer metió la llave y la giró, la puerta cedió hacia dentro mostrando lo que parecía ser un escondido aposento.

El rostro de Lexa cambió al verlo, creía conocer bien todos los rincones y recovecos de la Torre pero ese oscura y polvorienta recámara podía afirmar que la desconocía por completo.

En cuanto la mujer entro en la pequeña y sucia sala todas las velas de la habitación se encendieron al momento. Eso hizo que a Lexa se le cortase la respiración.

Telas de arañas cruzaban muebles y paredes. Miles de frascos, botellas y cuencos decoraban cada armario y estante de la habitación. Pócimas, brebajes, mejunjes, venenos, tóxicos, afrodisiacos, flores secas, hierbas, tisanas, potingues y remedios se extendían hasta donde alcanzaba la vista arrinconados en putrefactos estantes tallados de madera.

Antiguos manuscritos, libros y pergaminos se amontonaban en algunos rincones del suelo impertérritos en el tiempo.

La indescifrable mujer se sonrió fascinada nada más pasar dentro. Era perfecto. Tal como lo recordaba, era maravillosamente perfecto.

Lexa que se aproximó cautelosamente a la entrada sintiendo ese acre olor a humedad y putrefacción que se desprendía desde dentro puso una cara al percatarse de ello.

—¿Qué es este lugar?

La mujer que se acercó a la mesa admirando los ungüentos y los almizcles que había dejado guareciéndose en el momento de su apresamiento se sonrió escondidamente al escucharla preguntar eso.

—Al parrecerr algo que ignorrabas hasta este momento —repuso la mujer antes de volverse a verla—. Acérrcate, no tengas miedo.

—No tengo miedo —contestó Lexa inmediatamente con la voz cargada de recelo.

La mujer que se sonrió aún más ante su advertida defensa, intuyo la inquietud que la Heda de los Trece Clanes sentía por ella.

—Debe rresultarr extraño parra ti el haberr pasado tanto tiempo entrre estas parredes desconociendo el secrreto que alberrgaban dentrro...

—Me sorprende, solo eso —reconoció Lexa contemplando a la mujer fijamente—. Aún no me has explicado quien eres.

—Mi nombrre es Nirrath Zarriah, mi más querrida niña —repuso orgullosamente la mujer sin apartar sus ojos de Lexa—. Única hija de Zirroth Ax Zarriath, descendiente a su vez de Orroth Ax Zarriath, de las Trribus Atrriajerrjes del Grran Marr Errial Zarrath al otrro lado del Arrenal Astrrageresh...

Lexa que jamás había oído hablar de un lugar llamado así sintió un extraño escalofrío recorrer su espalda. Había en ella algo que la incomodaba y la trastornaba a partes iguales.

—Tu rrecelo hacia mi es totalmente infundado te lo jurro —aseguro la vieja mujer contemplándola—. Nunca te harría daño, no a ti. Tú erres quien me devolverrá a este mundo así como fui yo quien te hizo rrenacer en él...

Lexa que la contempló largamente más confundida ahora sintió una inquietante sensación asentarse en su vientre.

—Juntas harremos grrandes cosas —murmuró ella volviéndose hacia la tenebrosa habitación reflexiva dibujando una escondida sonrisa para si—. Yo te ayudarré a descubrrir lo que el destino prreparra parra ti...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now