276. Descansa, Anorah, Descansa...

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Las temperaturas habían descendido súbitamente en el desierto que cubría buena parte de la Zona Muerta a medida que la noche avanzaba. A pesar de que Nirrath Zarriah había dejado de gritar hacía ya algún tiempo y su cara era una maraña de sangrantes arañazos a Halena que estaba sentada sobre la fría arena todo lo que la cuerda le había permitido alejarse de ella aún le parecía estarlos oyendo.

Nunca fue realmente consciente de su poder, de la habilidad innata que sus padres tanto temían en vida. Nunca fue demasiado consciente de lo capaz que era de resultar implacable y mortal. Siempre avergonzada, siempre huidiza... se había negado a si misma la posibilidad de ser algo más salvo un peso muerto para sus padres o un bien con el que comerciar o que codiciar.

Temía que Lexa supiese acerca de ella, que la rechazase por ser una "sucia Wadesha" tal como otros la consideraban, aunque sospechaba que lo intuía. Aquella vez que Roan la amenazó en la habitación, aquella vez poco después de su llegada a Polis, Halena estuvo a punto de cortarle el cuello letal e imparable como solo ella era. Lejos de ser la niñita asustada que Lexa rescató, Halena había revelado un atisbo de su verdadera cara, ¿y qué había hecho la Heda de los en ese momento Trece Clanes?...

Absolutamente nada. Ignorando lo que había presenciado le pidió que se terminase de vestir porque a ambas las esperaban abajo para la cena.

No la juzgó. No la acusó. No la lastimó ni pretendió sacar provecho de ningún modo de ella. Fue ahí cuando Halena más anhelo que la promesa de Lexa fuese cierta. Fue ahí cuando supo que querría que Heda fuese su verdadera madre. No por su status, no por la posición en la que serlo la colocaría a ella, solo por conseguir que alguien tan extraordinaria como ella la quisiese.

Ser su hija era un honor que sabía que no se había ganado aún pero que se esforzaría cada día de su vida para merecerlo.

Si tan solo Lexa estuviese allí para abrazarla como había hecho cuando le regaló a Natshana... si tan solo estuviese ahí como cuando enfermó y Lexa no se separó de su cama... si tan solo no la echase tanto de menos...

Halena tembló aún más mientras dos lágrimas recorrían en silencio su fría cara mientras una vez más desistía de seguir forcejeando con sus manos para soltar la cuerda que sostenía firmemente sus muñecas.

Le dolían...

Le dolían demasiado, como si el roce constante de la gruesa cuerda contra su piel hiciese que su carne se abriese por completo. Había conseguido aflojarla un poco pero no lo suficiente para liberar ninguna de sus manos.

Halena se llevó las atadas muñecas a la frente y tuvo que cerrar los ojos para respirar hondo una y otra vez, reuniendo fuerzas para el próximo intento sintiendo como su caliente sangre resbalaba por entre sus brazos cayendo al suelo en pequeñas y densas gotitas.

¿Qué iba a hacer si no lograba soltarse?

¿Qué iba a hacer si era incapaz de levantarse en aquellos momentos?

La energía que había empleado con Nirrath la había dejado agotada, exhausta. No estaba acostumbrada a que algo la consumiese tanto ni exigiese tomar tanto de ella misma en el proceso.

Sentada como estaba en el suelo trataba de tomar de la tierra toda cuanta vida necesitaba para conseguir al menos levantarse aunque su instinto le mostrase como hacerlo no era algo que conscientemente pudiese aún controlar. Demasiado tiempo negándose a si misma. Demasiado tiempo temiendo aquel poder que pudiese tener.

Halena intentó concentrarse, intentó focalizar toda su atención en procurar calmarse, serenarse y pensar con claridad, pero esto no duró mucho porque en cuanto escuchó el sonido de la arena hundiéndose bajo unas botas su corazón se aceleró y todo su cuerpo respondió a aquella alarma volviendo la cabeza de inmediato para ver como una sombra se acercaba a ella en la penumbra de la noche.

Su primer instinto fue levantarse, su segundo instinto fue correr y su tercer instinto defenderse pero no podía hacer ninguna de las tres cosas. No ahora mismo así que esperó lo peor.

La figura se movió cautelosa cuando se dio cuenta de que la joven chica se había percatado de su presencia. Con prudencia y sigilo se aproximo al cuerpo sin vida de Nirrath Zarriah que yacía en el suelo. Envuelta en una oscura capa que de su cuerpo y su rostro tan solo permitía entrever unos oscuros ojos, la presencia se agachó a la altura de Nirrath y deslizando un dedo por su arañada mejilla probó su violacea y oscura sangre.

Un escalofrío le recorrió la espalda a Halena que se tensó aún más, mientras los ojos de aquella extraña figura la traspasaban con detenimiento al tiempo que su mano iba a parar bajo la capa sacando una hoja que hizo que la luz de la luna reflectase en ella.

Halena entendió que este era el final. Lexa jamás la encontraría, nunca sabría qué fue de ella y nunca podría ver la carita de su pequeño hermano al nacer.

—Por favor... —rogó ella en voz herida cerrando sus ojos pero no dirigiéndose a él sino más bien orando una plegaría al cielo—. Solo una vez más...

"Permíteme verla una vez más... y podrás hacer lo que quieras conmigo" imploró Halena sintiendo todo aquel dolor que le producía la incertidumbre por Lexa—. "Pero por favor, permíteme devolvérsela..."

El alma de Clarke sería ahora mismo lo más preciado para Lexa. Su ausencia, su dolor... nada sería comparable con su perdida si Halena era incapaz de devolverle a Clarke con todo lo que aquello implicaba y suponía para ella.

Aquellos almendrados y oscuros ojos la escrutaron bajo la capucha e instantes después Halena sintió el frío acero de la hoja rozar sus heridas muñecas al cortar inesperadamente la cuerda para sorpresa suya.

—¿Estás bien? —preguntó una voz joven, masculina y preocupada bajo la capa apartándola de su rostro para poder verla mejor antes de guardar la hoja de vuelta en su cinturón—. Estás herida... —murmuró la figura fijándose en sus muñecas al tomar sus manos muy suavemente para examinarlas.

Halena palideció sintiendo como su corazón bombeaba más y más sangre al ver como el chico unos años mayor que ella obviaba su debilidad y en lugar de aprovecharse de ella envainaba la daga en su cinturón.

—No puedes quedarte aquí, no es seguro que lo hagas —murmuró aquel enigmático chico con preocupación—. ¿Puedes levantarte?

Halena que sin darse apenas cuenta había comenzado a temblar nuevamente sintiendo con el roce de sus manos toda clase de imágenes que venían de él, negó imperceptiblemente incapaz de articular palabra alguna entre lágrimas.

—¿No? —preguntó el chico hincando una rodilla en tierra antes de deslizar sus fuertes brazos por debajo del cuerpo de Halena y alzarla del suelo sin apenas esfuerzo—. Tranquila, no te dejaré aquí. Te llevaré a un lugar seguro, ¿vale?... —le pidió el joven desconocido comenzando a andar por el frío desierto de la noche con ella hacia un refugio seguro—. Confía en mi...

Esas palabras fueron demasiado para Halena que sin tener idea de cómo o porqué terminó desvaneciéndose entre sus brazos al sentir como el chico posaba la mano sobre su espalda.

—Descansa, pequeña Anorah... —le dijo él suavemente a pesar de que Halena ya no pudiese oírle por el sueño que el mismo le había provocado—. Yo cuidaré de ti...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 2... (#TheWrites)Where stories live. Discover now