Su cabello castaño alborotado me hace sonreír con cariño.
Sus ojos azules se achican cuando sus mejillas son influenciadas por una sonrisa familiar y hogareña. Pequeñas pero sutiles líneas de expresión se marcan a cada lado de sus labios. Los cuales, además de ser tersos y dulces como la miel, son de un tono carmesí pálido que te invita a acariciarlos.
Las hojas se desprenden del árbol con cada soplido de aire, las hace danzar, las hace entonar una melodía fresca y suave que me hace apreciar cada segundo estando aquí.
Juntos.
Mi vestido sencillo adornado con flores se mueve al ritmo de la naturaleza, de los cantos afinados de los jilgueros que se encuentran alrededor, de la maleza que es sacudida y bañada por el cálido sol del atardecer.
Observo como cierra sus ojos, sus pestañas son espesas, largas y del mismo color que su cabello; ahora más claras debido al pequeño rayo de luz que se ha coló entre las hojas y apuntó directamente a su rostro gentil.
Una risa cómplice sale de mí y él abre el ojo derecho, eleva una ceja con intriga y sin dejar de sonreír toma mi mano. La entrelaza con la suya, me brinda un calor amistoso y agradable. Luego tira de mí, haciéndome caer sobre él y ambos, al mismo tiempo, nos reímos de todo y a la vez de nada en lo absoluto.
Me mira fijamente, conectando nuestras almas; contrastando con facilidad. Sus brazos se envuelven en mi cintura y me siento en medio de un mar de felicidad.
De pronto y tomándome desprevenida, posa sus labios en mi frente y me aprieta más a su pecho.
Por más que me esforzara en creer algo distinto sabía que estaba infinitamente ensimismada con él, a su esencia relajada y a su peculiar aroma a café irlandés mañanero.
Lo amaba tanto.
∘◦◆◦∘
— ¿Es posible que alguien tan joven pueda estar tan enferma? —escuché una voz suave, anticuada y ronca preguntar.
Me sentía mareada y mi cabeza palpitaba al son de mi corazón.
— Sí —habló alguien con gravedad.
— ¿Cómo es posible? —cuestionó con aflicción la misma voz suave— Dudo que sea adicta a alguna sustancia.
Un silencio abarcó todo el lugar, solo se escuchaban las respiraciones de cada uno. Al mismo tiempo que un bolígrafo era arrastrado por una hoja; pisadas acercándose, un constante bip-bip.
— En las calles de Londres hay infinidad de enfermedades esperando encontrar un cuerpo que habitar. Ciertos lugares donde se deposita la basura, callejones infestados de traficantes, habitaciones en ruinas, departamentos llenos de humedad y ratas... —explicó quien identifiqué como doctor— Pudo enfermarse con sólo beber agua.
— Pobre chica. ¿Cree que sea una indigente?
Mi mano se sentía entumida, congelada. Me comencé a alterar y traté de abrir los ojos en un movimiento inconsciente, lo que provocó que mi párpado se lastimara al estar pegado con lo que parecía ser cinta adhesiva.
— Dudo que haya una tendencia en usar ropa de indigente. Pero en estos tiempos no sería lo más extraño que se pudiera ver —respondió seco otra vez.
— Elliot... —la voz suave demostró molestia.
Él suspiró y después de unos segundos, lo percibí a mi lado.
— Está muy lejos de su verdadero hogar —murmura y siento como su mano se acerca a mi cara— April, no debería estar aquí. Es muy probable que la policía esté buscándola —retiró con delicadeza lo que me impedía abrir los ojos y tengo que respirar profundo antes de meditar si es buen momento de despertar.
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Shy
Fanfiction[ SIN EDITAR ] ¿Qué sucede cuándo un célebre cantante y una joven quebrantada se cautivan con la simple presencia del otro? Honoré de Balzac dijo alguna vez; «Puede uno amar sin ser feliz, puede uno ser feliz sin amar... Pero amar y ser feliz es al...