Capítulo 13: Colisión olivina.

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Una risa alegre brota de mis labios coloreados, desmostrando la sincera felicidad que es capaz de abordarme al tener su exquisita compañía a mi lado.

Quizás, él es el motivo de todo; riendo más que yo se recuesta lentamente en la mullida alfombra y, en ese precisco instante, añado a la ecuación dos deslumbrantes zafiros que me dejan seducida.

Lo observo atenta, sosteniendo mi mentón con mi mano izquierda. Él sigue riendo y sus ojos se achican con júbilo. Ante esto no puedo poner ninguna oposición a que una sonrisa enternecida se cruza por mi rostro y, cuando su alegría momentánea va cesando se dedica a mirarme, poniéndome instantáneamente en un trance hipnótico y ligero, el cual me encantaba.

Su mano derecha busca la mía, las dos se unen acostumbradas al calor de la otra.

— Ven conmigo —la forma en la que lo dice es segura, casi ansiosa, su mirada es un cielo nocturno y la ilusión lo llena.

Sin embargo, todo en mí es diferente. Mi estómago da cien vueltas y me pierdo en sus palabras. Lo observo seria y le respondo en voz baja.

— Somos jóvenes. No conocemos más allá del horizonte y las colinas. Podríamos perdernos... Indudablemente.

Es su turno de mirarme sin expresión alguna, prontamente su mano se vuelve fría y sus ojos... Esos ojos lapislázuli se pintan con melancolía y estupefacción.

— Hasta que el cerezo deje de florecer, hasta que el pastizal se queme, hasta que el mar se seque, hasta entonces... no te abandonaré.

Mi mirada no cambia y ahora su mano sujeta la mía con fuerza.

— Es una promesa furtiva —digo con ligera incredulidad y tristeza.

— Es una promesa de vida, Edine —dice firme.

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¡NO! —el grito sale de lo más profundo de mí sin siquiera consultarlo.

Me precipito a incorporarme rápidamente y cuando estoy por ponerme de pie mi cabeza choca con un duro y frío techo, seguidamente mi cuerpo se va hacia adelante y se detiene abruptamente con un asiento.

— Linda, ¿Qué sucede? —rápidamente reconozco la voz preocupada de April y cuando busco su mirada me encuentro con otro par de ojos azules a mi derecha.

Miro a mi alrededor alterada y cuando mi campo de visión se basa en puertas negras y ventanas transparentes que dejan ver muchos árboles, recaigo en la racionalidad y recuerdo estar viajando con April y Blumer hasta la nueva ciudad donde los chicos se presentarán.

— ¿Edine, estás bien?... ¿Edine?

Asiento lentamente y me recuesto en el asiento de la misma manera.

— ¿Por qué gritaste? ¿Le pasó algo a tu rodilla? —su mirada está asustada y expectante, al igual que Blumer, quién tiene el volante fuertemente agarrado.

— No, no... Yo, lo lamento mucho, no era mi intención asustarlos. Yo... —tomo aire con vehemencia y cierro los ojos con la culpa recorriendo cada parte de mi cuerpo— Lo lamento, en serio lo siento, pude haber causado un accidente o algo peor, perdónenme por favor.

— Oh, linda, respira, no pasó nada. Todo está bien, respira.

— ¿No te duele nada?

Niego ante la pregunta de Blumer: — Estoy bien.

La camioneta negra en la que viajamos está detenida a un lado de la carretera y temo con todas mis fuerzas que cualquier material transportado se haya dañado.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora