Capítulo 59: Un futuro a tu lado.

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15 de enero de 2016. 5:45 a.m.

Corro por las escaleras y entro con la respiración agitada a la habitación de mis padres. Tomo con celeridad el bolso maternal y aunque escucho mis propios latidos taladrar mis oídos corro de nuevo hasta la planta baja. Tomo las llaves de la casa y cierro de golpe la puerta para así dirigirme velozmente hasta el auto donde mi madre gritaba de dolor y su rostro estaba enrojecido mientras papá la miraba con incredulidad y trataba de no perder los estribos.

Me subo al vehículo en un tris y tomo una gran bocanada de aire. Asiento hacía papá dándole a entender que ya tenía todo y él arranca de una manera un tanto brusca para poder llegar a la carretera y dirigirnos hasta el único hospital que había en Tobermory.

— ¡Apresúrate, Calem! ¡Ya! ¡Ahora! —exclama mamá con desesperación y papá aprieta el volante con fuerza.

— Ya casi llegamos, querida, ya casi... —dijo con voz fuerte para ser escuchado y ella solo suelta un grito mientras aprieta con sus manos el asiento.

El sudor se va resbalando por su frente y varios cabellos se adhieren a su piel mojada. Puedo ver cómo sus ojos están cristalizados y todas sus extremidades están tensas. Aprieta sus dientes ante el inmenso dolor y suelta el aire con tosquedad, vuelve a inhalar y parece que retiene la respiración para evitar dar a luz en el auto.

Oh, por Dios, llegó la hora.

●●●

Muerdo la uña de mi dedo meñique mientras miro fijamente la entrada de la sala de espera. Mi pie no ha dejado de tamborilear en el piso y papá solo se pasea angustiado por todo el lugar mientras checa su reloj cada cinco minutos.

Mis abuelos, Nesha y Gilbert, estaban en camino ya que me encargué de avisarles a todos los que pude y aseguraron que estarían aquí lo más rápido posible. Por el momento solo éramos y papá y yo en el hospital. Habían ingresado a mamá al quirófano hace casi dos horas y sentía escalofríos de vez en cuando.

Al parecer, el que mamá vaya a tener otro bebé provocaba un inevitable furor entre los Mórozov, hacía años que nadie traía al mundo a un nuevo miembro. Todos querían saber el sexo del bebé, era la incógnita más grande y por tal motivo todos los obsequios eran neutros en los colores. En casa ya teníamos listo todo para su llegada, había decorado su habitación con una pintura sol toscano y me había tomado la libertad de incluir un tapiz que contrastaba con cada objeto y no era exclusivo.

Suelto un gran suspiro y tomo mi celular cuándo recibo una llamada. Mi papá gira a verme con ojos expectantes y me pongo de pie lentamente.

— Es Harry. Regreso en un minuto.

Él asiente calmado y veo que sus hombros se relajan mínimamente. Le había comentado sobre el chico británico y parecía agradarle, aunque no demasiado. Él no confiaba demasiado en mis elecciones con los chicos.

Y no lo culpo.

— ¿Porque estás despierto a esta hora? —digo en cuanto acepto la llamada y escucho como ríe con ronquedad.

— Lo siento, mamá.

Una sonrisa se me escapa y me detengo en una esquina para no estorbar y estar pendiente si cualquier enfermera se acercaba a la sala de espera con alguna novedad.

— Solo digo que debes aprovechar los días en que aún puedes dormir hasta más de ocho horas.

— En cuanto recibí tu mensaje no puede dormir. Esto me emociona mucho... Un bebé es algo maravilloso, son criaturas llenas de luz y ternura, eres consciente de que me encantan.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora