Capítulo 53: Esencia pasada.

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Me dispongo a atar una bufanda a mi cuello y aliso el abrigo con mis manos.

Mis ojos están rojos debido al desvelo que tuve después de la llamada con Harry y no estaría de más agregar que, en dado momento, comencé a soltar unas cuantas lágrimas ante el tono apagado en su voz mientras decía que esto era lo mejor para nosotros.

En mí interior sé que sólo lo hace por mí (por más egoísta que suene), que aún después de alejarlo con palabras vacías sigue tratando de protegerme. Y no sé si eso me agrada. El rol protector que asumió hace mucho tiempo atrás me era vital para seguir adelante, pero ahora observo las cosas con otros ojos. Sin embargo, no puedo pasar por encima el hecho de que quizá él sigue comportándose así porque yo no he cambiado. ¿Sigo siendo la misma chica insegura, tímida, frágil y triste? Hay un pedazo de esa persona que aún vive en mí y probablemente es la que me hace ser una idiota.

Suspiro largamente y bajo la mirada en el collar que me regaló el primer día que me mudé a Marylebone, lo sostengo entre mis dedos y una mueca exigua tira de mis labios. El pequeño dije de una rosa brilla con intensidad y lo aprieto.

¿Es lo mejor para nosotros, honestamente?

Sé que él decidió esto para no abrumar mucho más mi mente, y Dios, sí los papeles se invirtieran estoy segura que no tendría ese nivel de comprensión cómo él. Estaría al borde de un colapso. Quizá podemos estar separados en éste momento, quizá no sabemos cómo se desarrollarán las cosas exactamente y cuánto tiempo llevará, pero ambos sabíamos que después de todo lo vivido no renunciaríamos al otro tan fácil. Al menos yo no.

Escucho el timbre sonar y mi mirada vuelve al frente, lleno mis pulmones de aire y cierro los ojos unos segundos.

— Aquí vamos.

●●●

Doy un sorbo a mi vaso de café y me giro a verlo.

— Entonces has estado en Londres todo esté tiempo, exceptuando el momento en el que regresaste a Tobermory —murmuro débilmente.

Él asiente serio mientras bebe igualmente de su café.

— Lo lamento.

Otra mueca tira de mis labios y mi ceño se frunce con cierta incomodidad.

— Deja de disculparte, lo entiendo, pero me hace sentir extraña cada vez que pides perdón.

— Lo siento —dice con una leve sonrisa, tratando de bromear— Siento que es necesario.

Sonrío levemente y me enfoco en ver todo el parque lleno de árboles y personas pasando a nuestro lado a pesar del frío insoportable.

— No quería asumir la realidad, Edine. Sé que regresar sin ti fue un error, pero me había desesperado en el momento en que no te encontré ni en la casa de Ronald.

Mis ojos rápidamente vuelven a él y detengo lentamente mis pasos.

— ¿Qué pasó con Ronald? —me atrevo a preguntar.

Quizá no fuimos amigos tan unidos, pero nos conocíamos, habíamos convivido y nos había dado reposo en su casa. Lo último que supe de él fue justo antes de ir al club; iba hacia una cafetería para encontrarse con una chica llamada Freya.

— Es un auténtico hijo de perra —dice con los dientes apretados y mira hacia abajo— Pero está bien, si era lo que preguntabas.

— ¿Qué hizo? —indago más profundo mientras mi ceño se va frunciendo un poco más a cada segundo que transcurre.

— Eso ya no importa.

— Hay una razón para eso.

Fija sus ojos en mí y disimulo el escalofrío que recorre mi espalda.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora