Capítulo 54: Nodus Tollens.

2.2K 160 123
                                    

Coloco la última esfera en una pequeña rama del árbol y doy pasos hacia atrás para admirar todo el trabajo que comencé desde la mañana. Definitivamente no me había quedado tan mal y podría decirse que le hacía justicia a la decoración de mis vecinos.

Sonrío lánguidamente y tomo mi taza de café de la mesa de cristal. Sólo faltaban dos días para le verdadera celebración y yo me encontraba sorpresivamente abstraída de todo mi alrededor. O quizá era una respuesta automática de mi cerebro al ser consciente de que la situación me sobrepasaba en muchos aspectos y decidió ser indiferente para intentar apaciguar los temblores en mis manos, el insoportable insomnio y las ipredecibles migrañas intensas.

Me acerco al ventanal y mi suspiro con sabor a café empaña parte de la vista del vecindario. Algunos niños jugaban en la calle mientras sus padres se enfocaban en despejar la nieve de sus entradas. Otros colocaban los últimos retoques a su casa y la señora Loretta luchaba por no caer ante un sendero resbaladizo. Era una mañana tranquila.

Era otra mañana en la que no me comunicaba con él, no sabía dónde estaba, que es lo que estaba haciendo o quiénes estaban a su lado. ¿Ya le ha dicho a alguien acerca de esto, de nosotros? Tal vez a los más allegados. ¿Su madre, su hermana, su padrastro?

En mi caso no había dicho nada a nadie y puede ser algo que me esté afectando directamente, de alguna manera necesitaba liberarlo con alguien, pero no quería escuchar una respuesta que ya sabía de antemano.

No confíes en él, no le des más oportunidades, no es quien tú recuerdas.

No quería nada de eso, pues ya sabía que la razón estaba de su lado y no quiería aceptarlo. Sólo quería confiar en esa pequeña ilusión de que Philip y yo podríamos arreglar los viejos asuntos y enfocarnos en algo diferente sin tener al fantasma del pasado persiguiéndonos.

— Dos días —susurro a la nada y algo se estruja en mi interior al saber que será una noche solitaria.

Había recibido las invitaciones de mis amigos, les agradecía su consideración y estima, pero no quería entrometerme en un espacio tan íntimo como lo es la familia, aún más en esta celebración. No quería ser un polizón.

Camino a la cocina para dejar mi taza en el fregadero, apoyo ambas manos en el borde y tomo una gran calada de aire cuándo siento que mis acciones han sido erróneamente elegidas, aceptadas en primera instancia porque creía que era lo mejor, que era una decisión madura cuándo, crudamente, es sólo una farsa.

Suelto una risa desesperada, carente de vida, completamente agria y miro al techo.

Si no quería atravesar nada de esto, si no quería sentirme de esta forma, si no quería estar insegura de mi siguiente paso... Entonces jamás debí de haber dejado mi hogar.

Estaría con mi madre, en éstos días, preparando la comida para la cena ansiada. Cortando manzanas para una tarta casera, escogiendo verduras frescas para una ensalada y decorando pequeños pastelillos de zanahoria rallada. Mi padre estaría seleccionando la mejor leña en medio de la nieve para calentar el hogar, cortando cada pedazo con su hacha de hierro. Estaría con él al momento de decorar el árbol con pequeñas fotografías de la familia en cada rama. Todo mientras se escuchan las campanillas mecerse con el aire gélido de invierno y se mezclan con nuestras risas.

Estaría, en pocas pero significativas palabras, con ellos. Pero con dolor en el corazón, si no hubiera hecho eso jamás me habría enamorado del chico de Manchester que adora la música de antaño, que le gusta usar prendas estrafalarias, que le encanta conocer a sus fans, que le gusta leer ocasionalmente un libro aclamado y disfruta de comedias románticas un fin de semana.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora