— Una pastilla cada ocho horas para la laringitis, una pastilla cada seis horas para contrarrestar el dolor de huesos —habló mientras escribía la receta— Toma una de estas sí el dolor es muy fuerte —señaló un frasco con cápsulas azules.
Giré hacia April, quien solo miraba los frascos con un ceño fruncido.
— Si este no desaparece en veinte minutos toma dos —arrancó la receta, puso todo lo necesario frente a mí y después se levantó para entregarme la receta— No intentes tomar más de lo indicado, tampoco las tomes antes de tiempo. Mezclar estos medicamentos pueden provocar recaídas, migraña, dolor muscular o vómito —asentí, mientras April guardaba todo en un bolso que después me entregó— Eso es todo.
— Gracias —murmuré.
Él me mira con intensidad, repasando cada milímetro con cierta desconfianza. Se le notaba algo cansado y con una batalla interna. Pero sin perder su profesionalismo, asintió con una mínima sonrisa.
— Es mi trabajo —dijo finalmente, le sonreí con timidez y él sólo vuelve a tomar asiento.
Suspiré avergonzada y exhausta en cuanto salimos de su consultorio.
— Supongo que no soy de su agrado —comenté mientras nos dirigíamos a la salida.
Mi pierna estaba envuelta en un cómodo y flexible vendaje, la enfermera que estuvo a mi cuidado me aplicó un ungüento en toda la parte afectada que contrarrestaba el dolor y ayudaba a que no se infectara. Debido a eso me sentía un poco mejor, la rodilla seguía débil al momento de dar un paso, pero el dolor era casi nulo.
— Elliot es muy preciso, precavido y hasta amargado para tener veintiséis años... El hospital cambia a las personas, pero no te preocupes, él no te hará nada —empujó la puerta de cristal y ambas fuimos abrazadas por una ligera brisa mañanera— El taxi debe estar por allá, lo llamé hace unos minutos —aceleró el paso y tuve que trotar de manera errática para no perderla.
Por suerte, no tenía que caminar con muletas o estar en una silla de ruedas. Eso solo dificultaría desempeñarme correctamente. Y a pesar de que mi herida no fue tan grande, había dejado secuelas innegables.
— Escuché lo que dijeron —admití cuando volví a estar a su lado y ella me vió con su sonrisa ya familiar.
— Lo sé —camina otro tramo más, iba siguiéndola a una distancia prudente hasta que cruza la calle con pasos largos— ¡Estamos contra el reloj, linda, muévete! —exclama del otro lado.
Caminé un poco más y mi boca se torció abruptamente en una mueca cuando mi pie resbaló en un desnivel de la acera, mi rodilla soltó un crujido al absorber el mal paso y maldigo por ser tan descuidada.
"No llevo ni cinco minutos fuera del hospital"
— Mierda... —susurré con los dientes apretados y mis manos hechas un puño.
— ¿Te encuentras bien? —habló a lo lejos nuevamente.
Tomé aire y caminé lo más rápido que pude. La rodilla punzando dolorosamente de por medio. Crucé la calle cuando el semáforo se puso en rojo y llegué a su lado, ella caminó hasta el taxi, abrió la puerta y se adentró. Le imité para luego cerrar la puerta y tratar de recuperar el aliento mientras el auto avanzaba.
Respiraba con fuerza, una mano sosteniendo el bolso de medicamentos y la otra consolando mi rodilla para que el dolor desapareciera.
— Toma —habló rompiendo el silencio, extendió un gafete plastificado de tamaño mediano, en el cual estaban mis datos personales— Para que no vuelvas a tener problemas con seguridad o te confundan con una fan —se burló de manera sutil y yo sólo lo tomé con manos temblorosas.
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Shy
Fanfiction[ SIN EDITAR ] ¿Qué sucede cuándo un célebre cantante y una joven quebrantada se cautivan con la simple presencia del otro? Honoré de Balzac dijo alguna vez; «Puede uno amar sin ser feliz, puede uno ser feliz sin amar... Pero amar y ser feliz es al...