Capítulo 12: Pardo aceitunado.

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Asomo mi cabeza rápidamente por cada habitación, dando una chequeada de tan solo dos segundos a todo rincón sin señales del chico.

— Ve por ese pasillo y avísame si lo encuentras —me dice Blumer sin voltear y desaparece por el pasillo izquierdo.

Asiento y camino hacia la derecha, el camino preciso que me llevaba al lugar que sospechaba que podría encontrarse.

— Tres minutos —mascullo sin detenerme, la mirada fija al frente y mis manos apretadas.

Si pudiera describir a Harry Styles en una sola palabra, entonces elegiría impredecible.

Me dirijo hasta el comedor con la ansiedad a tope. El tintineo que tiene acostumbrado a mis oídos se abre paso repentinamente y sin verificar levanto la tapa del pequeño aparato para responder.

Nada en la sala de descanso —informa Blumer a través de la pequeña bocina.

— Entendido —digo junto a un jadeo.

¿Dónde estás?

Mi respiración atípica lo desencaja, estoy segura que se ha detenido. Doblo hacia la derecha y la puerta gris con ventanas colocadas verticalmente abarca todo mi campo de visión. Sonrío por vagos instantes, tomo aire y a pasos rápidos me acerco, levanto mi mano libre y empujo la puerta con fuerza y velocidad, un sonido tosco rompe el silencio que reposaba antes.

— Dame un segundo —separo el celular de mi oreja y lo pongo contra mi pecho agitado, escucho las quejas de Blumer en un tono casi imperceptible y reviso la habitación con urgencia.

En el comedor reposan platos con restos de comida, las sillas están corridas y apuntando a diferentes direcciones, la cafetera tiene vapor en su interior y unas cuantas tazas tienen un poco de ese líquido.

No hay rastros.

Paso saliva en mi garganta seca, doy dos pasos hacia adelante, la puerta que divide el comedor de la cocina pronto aparece y me niego a aceptar que cometí un inmenso error. Me niego a levantar el teléfono y decirle a Blumer que no lo logré, me niego a volver sin un Harry Styles.

— Por favor —susurro irritada y aprieto más el teléfono contra mi pecho.

Mórozov —la voz de Blumer acrecienta mi estado de desesperación y aparto con resignación el celular, lo llevo hasta mi oreja y estoy lista para dar mi decepcionante reporte.

Cuando lo escucho.

Mi cabeza se gira en un movimiento, mis labios se separan un poco, mis oídos zumban ante un suave murmullo enronquecido proveniente detrás de la puerta de la cocina y quiero saltar como niña. Sin dudarlo ni un poco me encarrilo hasta ella y como la vez anterior; la empujo con fuerza, creando otro ruido tosco que acaba con la tranquilidad y el murmullo.

Mi respiración se corta al encontrarlo hablando por teléfono, tan ajeno al caos que había creado afuera, sin tomar en cuenta a las miles de personas que esperaban verlo junto a sus demás aclamados compañeros. Una mano está colocada en su cintura y la otra sujeta con firmeza un largo y delgado celular. Su mirada acaparó la mía al segundo en el que hice mi estrepitosa entrada.

Pero en mi defensa, es la primera vez que juego a las escondidas con un cantante.

Sigo escuchando la voz de Blumer salir de mi teléfono, pero no me importa casi nada. Sus ojos verdes me causan las mismas sensaciones que hace tres días, incluyendo el vértigo ahora. Creí tener este asunto superado al repasar durante el día, tarde y noche que mi comportamiento tenía que ser maduro para demostrarles a todos que puedo ser profesional.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora