Habían pasado dos días desde que aquel inesperado incidente trajo significantes cambios a mi vida. Primeramente; había obtenido una orden de restricción con sorpresiva rapidez. Dejando en claro que la razón de obtenerla en poco tiempo era gracias a que los cuatro intercambiaron palabras para acelerar el proceso. Este era un vecindario que tiene uno de los mejores sistemas de seguridad y, aun así, Ruby Bloom había conseguido traer a todo un séquito de cámaras hasta mi puerta, lo que era ridículo.
Las razones sobre cómo dieron con el lugar exacto son desconocidas, o al menos decidieron hacer esa alusión. Para mí, aquello fue otra prueba de que Victoire había dejado en claro su posición.
Todo el mundo hablaba acerca de mí. Otra vez.
La gran diferencia es que ahora sabían dónde vivía y eso ocasionó que varios vecinos con los que comenzaba a forjar una amistad se alejarán abruptamente por creer que sería un problema para su privacidad. Como también hubo vecinos con los que antes no me hablaba y ahora estaban pendientes sobre mi situación y bienestar. Ofreciendo su ayuda para cualquier cosa. Pero yo no quería nada de eso. No quería su atención forzada, creyendo que por hablar conmigo los beneficiaría en algún aspecto, o lloverían invitaciones de eventos importantes a los que creían que tenía acceso, cuando la realidad era que yo sólo los veía a través de mi televisión como cualquier persona normal.
Una persona normal que experimentó una invasión de reporteros en la puerta de su casa. En la maldita puerta.
La confusión y desconfianza me cegaban, Harry era quién me preocupaba, había estado enfocado sólo en su celular, escribiendo mientras su ceño se fruncía con exasperación, contestando llamadas con tono tajante y portándose más serio de lo normal con todos.
Sabía qué hacía esto para asegurar mi protección, pero no era él mismo. Algo no estaba bien y lo sabía cada vez que me acercaba, cada vez que nos besábamos y su cuerpo se ponía rígido para luego correr su rostro, mirar hacia otra parte y simplemente besar mi frente. No permitía ir más lejos y aunque eso tenga varios significados, el que más dominaba era el contacto físico, en cualquier aspecto que se pudiese imaginar.
No sabía si en algún momento estaríamos acostados en una cama con la respiración errática en medio de la madrugada. Pero cuando tocaba sus labios sólo había algo en mi mente; quería más, de sus manos, de su cuerpo, de él completamente.
Pero con su extraña actitud era difícil prever tal acontecimiento. Y estando en su casa (que estaba relativamente cerca de la mía y no tenía idea) era aún más improbable. Era la primera vez que me encontraba aquí y había quedado maravillada con cada cosa en ella. Ubicada al norte de Londres, en la exclusiva zona de Primrose Hill y muy cerca de Belsize Park. Rodeada por una impresionante fachada de estuco, donde yacía un gran jardín trasero con reposeras de estilo ibicenco. Además, los altos muros protegían su intimidad y se encontraba tapizada con cámaras ocultas para evadir a los impertinentes paparazzis.
Representaba bien a Harry, no había detalles ostentosos cómo uno espera encontrar en casa de un cantante conocido a nivel mundial. Era sólo él, sencillo, pulcro, en todo el lugar se respiraba equilibrio y armonía.
Me había tomado con la guardia baja cuando me dijo en medio de la carretera que iríamos a su casa, exponiendo que no era la mejor opción quedarse en Marylebone después de que todos saben su ubicación exacta y no contaba con los suficientes guardias para alejar a fans interesadas, así que había que dejar enfriar las cosas para evitar pasar por momentos incómodos.
Había que hacerles pensar a todos que las acciones tomadas fueron críticas para que los días volvieran a ser como antes. Eso era lo que más desconcertaba a Harry, él me había dicho en el camino que le había pedido a Christina visitar lugares privados y con basta vigilancia, era uno de los principales requisitos para la compra de la casa; la seguridad. Una que burlaron con gran facilidad y eso era inaceptable como increíble.
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Shy
Fanfic[ SIN EDITAR ] ¿Qué sucede cuándo un célebre cantante y una joven quebrantada se cautivan con la simple presencia del otro? Honoré de Balzac dijo alguna vez; «Puede uno amar sin ser feliz, puede uno ser feliz sin amar... Pero amar y ser feliz es al...