Capítulo 28: Clara noción.

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Llevo un poco más de cereal a mi boca y el tazón aún conserva la mitad.

— Vámonos —digo aún con la boca llena y Corinne me mira con desaprobación, trago todo de uno y aclaro mi garganta— Lo siento.

— April me dijo que me cerciorara de que comas todo tu desayuno.

— Tengo veinte años, Corinne —me cruzo de brazos y me pongo de pie.

— En los ojos de April tu edad máxima es de ocho años —se burla mientras pica con su tenedor otro pedazo de sandía— Pero para mí aquello sólo es muestra que se ha encariñado contigo.

Sonrío leve: — El sentimiento es mutuo.

Con la fruta en su boca, escucho como se ríe casi inaudible.

— Espero escuchar eso en otra circunstancia y con otro referente —se encoje de hombros, la miro confundida, pero decido pasarlo por alto.

Miro la hora en mi celular.

— Tenemos que desplegar las sillas, Corinne, el concierto de ayer dejó bastante basura y...

— Eh, eso no es basura, algunas fans dejan cosas muy buenas cómo está playera —señala la prenda blanca que usa y me río.

— Vamos, se hará hacer tarde.

Se queja y come más fruta: — ¿Y si decimos que estamos enfermas? Casi siempre somos nosotras las que hacen eso.

— Bien, sólo si eres tú quién le notifica a Tanner.

Me mira asustada: — Olvídalo, vamos ya.

Sonrío y juntas vamos hasta el gran estadio, dónde varias personas ya estaban arreglando todo. A pesar de que era muy temprano y la brisa causaba escalofríos; todos se movían de un lado para otro, trayendo y llevando cosas.

Un ambiente al que no era ajena y había superado el nerviosismo que me provocaba al ver tanto estrés y ansiedad en un sólo lugar.

— Comencemos con esto.

— ¡Oh, Edine, aquí estás! —exclama Tara con alivio, una de las cocineras.

Ella es cómo la gemela perdida de April, el término solo es subjetivo ya qué Tara no es rubia sino pelirroja, sus ojos son cafés y su piel es algo rojiza, es una mujer que te consiente con ricos pasteles o una buena taza de té justo cuando lo necesitas.

Sin embargo, aquella imagen cálida, relajada y risueña no estaba presente en este momento, podía ver qué estaba llegando a su límite y a juzgar por las pequeñas gotas de sudor en su frente puedo deducir que corrió por todo el lugar.

— ¿Estás bien, Tara? —le pregunto preocupada acercándome a su lado.

Toma una gran bocanada de aire y deja caer su regordeta mano en mi hombro, sorprendiéndome.

— Necesito ayuda en la cocina, los chicos van a venir a desayunar aquí y no podré hacerlo todo sola.

— De acuerdo, cálmate, ¿Qué pasó con Jocelyn?

Tara rueda los ojos y suelta un bufido de exasperación.

— Ella y su gran título de "yo solía cocinar para grandes personalidades en mi gratamente valorado restaurante, no para chicos raros y con cuestionable talento" — imitó el acento ruso de la castaña y volvió a rodar los ojos mientras que Corinne y yo reteníamos una risa— Renunció hace rato.

Abro los ojos como platos.

— ¿Por qué?

— No me interesa, era una mujer irritante que todo el día pasaba quejándose. Pero ahora estoy sola y ellos...

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora