Capítulo 76: Redención.

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Una semana.

Ha pasado una semana desde que se le dio un final a nuestra relación.

Una semana sin dormir.

Una semana sin comer.

Una semana gris.

No importa cuántas veces lo diga o repita en mi mente; sé que estuvo mal. Jodidamente mal. No debí haber confiado en él, por un demonio, nunca debí confiar en Philip. Pero éste es el precio de mi estúpida debilidad e ingenuidad. Está soy yo y lo lamento. Porque sé que Harry merece a alguien mejor, alguien que le dé el maldito universo, que contemple la belleza de su simplicidad, que le ame tan auténticamente, que le proteja de sus sombras y peligros del mundo... Alguien mejor.

Y ese alguien no soy yo. Porque lo rompí, hice todo lo contrario y es lo que más duele; ver en sueños esa mirada fría, decepcionada, cristalizada y agónica... Todo por mí.

He intentado comunicarme con él tantas veces pero, como puede suponerse, las respuestas nunca llegan, las llamadas no son aceptadas y la última vez la operadora notificó que el número había sido desconectado.

¿Así es como vamos a acabar?

¿No volveremos a dirigirnos la palabra?

¿No volveré a verlo más?

Maldita sea. No quiero eso.

— ¿Corazón? —la voz de mi madre se escucha a través de la puerta, interrumpiendo mis cavilaciones.

Me incorporo un poco de la cama y con voz ronca digo: — Adelante.

Ella aparece con una bandeja de comida y me sonríe suavemente mientras se acerca y la pone sobre el colchón.

— No bajaste a comer de nuevo —sonaba como un reclamo, pero su mirada parecía no querer presionarme.

— No tengo mucho apetito, mamá —digo neutra y cansada.

Suelta un suspiro y asiente despacio.

— Entiendo, corazón. Pero debes ingerir algo si no quieres enfermarte... Por lo menos unas cuantas mordidas y unos cuantos sorbos —se sienta a mí lado— Comprendo que esto es complicado, tedioso y desgarrador. Lo sé y lo siento.

— ¿Lo sabes? —inquiero sutilmente mientras elevo una ceja, mirándola confundida.

Asiente despacio.

— ¿En serio crees que tu padre y yo jamás lidiamos con la separación? —Cuestiona con un poco de incredulidad y a la hora de verme asentir ella suelta una risa seca— Lo hicimos... Y recuerdo que fue la primavera más insípida de toda mi vida. Los problemas van y vienen, hija. No se pueden evitar y mucho menos esconder. Y eso fue lo que sucedió. Ambos nos separamos por razones que hoy he decidido perdonar, pero no olvidar; porque cada detalle del pasado ayuda a construir el presente y proyectar el futuro. Fueron meses tristes para mí, pero en medio del desasosiego me di cuenta que el dolor era constante debido a que lo nuestro era real, que los únicos responsables de estar cayendo de un acantilado éramos nosotros y la decisión de separarnos. Fue entonces cuando me pregunté; ¿Por qué forzar una realidad que no está hecha para uno? La respuesta a esa pregunta es bastante obvia y todos la saben... Tú la sabes.

Sonrió sin la más mínima pizca de gracia y asiento lentamente.

— En este punto, mamá, creo que ambos hemos desaparecido y ésta es la realidad que se ha creado como consecuencia.

Ella muestra una mueca y desvía su mirada hasta sus manos.

— Puedo ver cuánto se aman y cuánto les duele separarse... Pero todo es parte de la vida, no se puede congelar el tiempo y evitar que algo suceda, hay cambios que ameritan sacrificios para poder alcanzar el éxito. Permanecer igual sólo es desperdiciar el tiempo. Ambos tienen demasiado que recorrer y te aseguro que descubrirán más mundos en el trayecto. Quizá en uno de ellos vuelvan a toparse, pero para ese entonces habrán cambiado y tendrán que volver a conocerse. Comenzar de nuevo porque, corazón, de eso se trata la vida.

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