Capítulo 8: L&L.

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- Escuché que le hablaría a un amigo, pero no creí que de verdad lo hiciera -carcajea y mi mira con diversión- ¿Saldrás con él?

Niego con rapidez, haciéndonos sonreír.

- No, por supuesto que no.

- Ten cuidado con Joe Lewinsky -me dice con mirada seria, pero con media sonrisa decorando sus labios- Adora estar informado y adora mucho más compartir esa información con diferentes personas.

- Una manera elegante de decir soplón -murmuro.

Él carcajea de nuevo con bastante carisma y me señala con su dedo índice, dándome razón.

- No lo culpo, estar aquí es aburrido a veces y quiero suponer que por eso lo hace -se encoje de hombros y se orilla a la izquierda para que una chica con un gran bote de basura pase sin problemas.

- Hace unos minutos dijiste que-

- Si -me corta, sabiendo que pensaba- Sé que dije que no te aburrirías -carraspea y lleva una mano a su mentón- En parte es cierto, ¿Acaso no es genial trabajar con chicos famosos que son constantemente acosados por adolescentes desesperadas por algo de atención?

Sello los labios, no estando segura si estaba siendo honesto o sarcástico.

- Supongo -me limito a decir.

- Es conmovedor ver todo lo que hacen para abrazarlos por dos o tres segundos -rasca su nuca, me mira con cierta timidez y luego ríe nervioso- Pero hay algunas chicas que no controlan sus gritos y sinceramente llegan a ser muy molestos. Incluso ellos prefieren que todo este calmado, sin muchos dramas. Lo cual es entendible, después de un concierto están agotados. Y lo último que quieren es que alguien grite en su cara -empuja una puerta de metal con su pie y se mantiene así; permitiendo que dos personas con más cajas pasaran.

El frío se adentra con un suave soplido en todo el lugar y con un movimiento de cabeza Cory me indica que lo siga.

- Y... -comienzo a hablar mientras juego con el borde de la holgada playera- ¿Cómo son ellos? -se gira a verme casi de inmediato, detiene sus pasos y se me queda mirado incrédulo.

- ¿Qué? -Sus ojos se agrandaron, sorprendidos- ¿No los conoces? -sostengo su mirada, ahora avergonzada bajo sus atentos ojos.

- He visto algunos anuncios -admití.

Recuerdo que leí los grandes anuncios que abarcaban casi todos los autobuses. Había un chico de cabello castaño con un flequillo ladeado, con ojos azules, ambos pulgares arriba y la boca abierta en asombro.

- ¿No has escuchado One Direction? -pregunta exaltado.

- No completamente -le informo con sinceridad- Pero no estoy tan perdida, se cómo son. Es casi imposible ignorar los grandes carteles que cuelgan por cualquier poste -asiente, aun conmocionado.

Al pasar por algunos lugares se podía escuchar alguna que otra canción a medio terminar, o en las grandes pantallas que las tiendas ofrecían se podía observar algún video.

- La publicidad es prioritaria -vuelve a retomar su andar y mis pies se mueven casi por si solos, siguiéndolo de cerca.

Pasamos cerca de grandes hileras de asientos rojos, -todas alineadas, algunas personas estaban entre los pequeños pasillos barriendo pequeños papeles metálicos- tengo que detenerme abruptamente para absorber y procesar el gran e imponente escenario que se extendía por casi todo el lugar.

Un largo y ancho camino, como pasarela, abarcaba fácilmente diez metros y terminaba en un pequeño rectángulo horizontal. Reflectores desconectados y encerrados en capsulas transparentes apuntaban a diferentes direcciones, bocinas siendo desinstaladas se encontraban esparcidas por varias esquinas, pequeños focos apagados confinaban y delineaban cada camino, muros oscuros de seguridad rodeaban toda la pasarela, dando el límite a todas las personas que se hayan presentado al concierto.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora