Capítulo 52: Tiempo de decisiones.

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Narra Harry.

Cierro la puerta y tiro las llaves sobre una mesa de madera, el ruido tosco perfora mis oídos y cubro mi rostro con ambas manos mientras reprimo un gruñido de frustración.

No estaba bien, en lo absoluto.

¿Cómo diablos se puede confiar en alguien que no has visto meses?

Alguien que aparece de la nada, con una falsa expresión culpable, jamás significa algo bueno. Lo aprendí a lo largo del tiempo y sé de antemano que sus intenciones van más allá de una disculpa. Suspiro largamente y aparto mi cabello con ambas manos mientras miro el techo, tratando de decidir qué debo hacer.

¿Llamarla, regresar o quedarme aquí?

Aprieto los dientes y escucho que alguien toca la puerta, sacándome de mis cavilaciones. Rápidamente me incorporo, camino confundido hacia ella y una gran parte de mí espera encontrarse con su rostro.

Sin embargo, cuándo la abro la única persona que se encuentra de pie frente a mí es Jeff. Me mira arqueando una ceja, dándose cuenta que estaba esperando a alguien más.

Mi expresión cae y suelto un resoplido mientras regreso en mis pasos y espero a que él me alcance.

— ¿Mal día? —dice detrás de mí y cierro los ojos momentáneamente.

— Tal vez —digo tratando de parecer tranquilo.

No me agradaba saber que ella está a solas con él, con alguien que le ha hecho llorar tanto, y posiblemente lo esté haciendo ahora mismo.

— ¿El álbum, Edine o el hecho de que la grabación para la película es en unos meses? —prioriza y yo lo miro de soslayo para luego negar.

Siento mi cuello tensarse por todas las responsabilidades. No había podido escribir tanto puesto que estaba meramente distraído.

— ¿Qué haces aquí? Es tarde —desvío el tema, queriendo ser ajeno sólo por un instante.

Tomo asiento en uno de los sofás y él queda en frente, mirándome ligeramente serio.

— No estás bien —murmura decidido.

Ruedo los ojos con discreción, mordisqueo un poco mis labios y suspiro.

Él no se esfuerza en controlarme, no cómo lo hacían antes, en realidad él es más un amigo que un prejuicioso manager. Ha estado conmigo desde hace unos años y le tengo una confianza que jamás pensé poner en alguien con su oficio. Ya he lidiado con ello anteriormente y sólo ha traído inconvenientes, así que significa mucho para mí, tanto su opinión profesional cómo su opinión personal.

Pero en este momento no quería contarle nada.

— Estás aquí por algo, Jeff. ¿Qué ha sucedido?

— Nada.

Mi ceño se frunce agudamente. Ladeo un poco la cabeza y me remuevo.

— No entiendo.

— Ese es el problema, Harry, durante semanas hemos tratado de componer algunas canciones, unir versos que has enviado, crear notas indicadas... Pero es prácticamente imposible si tú no estás ahí para cerciorarte de qué eso es lo qué quieres obtener. Así que no ha sucedido nada.

Maldigo por lo bajo y lo miro apenado, frustrado e indeciso.

— ¿Cuántas canciones hay?

— Ninguna, ya te lo dije...

— No me refiero a una canción completa.

— ¿Las iniciadas, pero no acabadas? Diría que hay treinta, o más. No estoy diciendo que no haya material, sino que sí no estás presente acabarás con un álbum hecho por terceros y me dirás qué lo odias porque no hay nada de ti en él. Y eso es lo que queremos evitar, es por eso que decidimos hacer esto desde hace tiempo, Harry. El problema es que has estado algo distanciado de tu objetivo primordial.

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