Capítulo 85: Fortuito.

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Mis dedos rasgan distraídamente las cuerdas de la guitarra y una melodía empieza a escucharse por la oscura habitación. Mi vista está fija en la luna menguante, las estrellas a su alrededor y la atrayente negrura del cielo.

Permito que mi mente vague, que se vaya lejos, que se quede en blanco. Lo merecía. Durante estas semanas me encerré en proyectos pendientes y me encontraba más agotada de lo que alguna vez puedo recordar: cambiar el papel tapiz, mover los muebles de lugar, plantar algunas nuevas flores en la pequeña jardinera y, tal como fue previsto, grabar una nueva canción.

Una que resultó ser más reveladora e íntima. Tan personal, tan melancólica y acongojada que yo misma evitaba escucharla porque sabía que me pondría mal otra vez.

Estaba harta de sentirme así. Por lo que hicimos, por lo que dijimos, por lo que escondimos, por lo que no expresamos... Dios, lo había intentado. Y ahora decido dar un paso atrás con una importante lección recargada en mis hombros.

Suéltalo por más que te quebrante.

Él estaba en un gran momento, el mejor de su carrera quizá. Todos querían asistir a su gira, peleaban fervientemente por un boleto o producto de su mercancía oficial. Lo amaban, lo aclamaban y defendían. Se había convertido en un modelo a seguir, y aunque no fuese intencionado, ese chico británico siempre fue una persona respetable y admirable, con una gran empatía y generosidad. No lo negaba.

Pero quizá conmigo era diferente.

Recibí llamada tras llamada de su parte en cuanto me aparté. Llamaba en la mañana —teniendo presente la diferencia de horario— y lo hacía también en la noche. Sin embargo, no atendí ninguna. Y sorpresivamente aquello no me hacía sentir en inmenso arrepentimiento. Al contrario, por primera vez, el hecho de estar lejos me hacía sentir un poco mejor.

Ya no quería hablarle. Ya no quería seguir desgastándome en algo nulo. Simplemente ya no.

Así que cuando las llamadas pasaron a ser mensajes decidí cambiar de número. Nuevamente, sin leer alguno.

Y se podía decir que estaba en medio de un estado calmo y expectante en mi vida. Muchos pensaron que eso daría pie a grandes planes con respecto a la música, así que definitivamente fue un golpe en el estómago cuando decidí tomar un descanso de todo. Los directivos de mi sello discográfico quedaron mudos, no lo esperaban. Ellos ya planeaban un álbum para mí y escuchar de mis labios esas palabras casi les provocó un ataque. Me cuestionaron severamente, me recordaron el contrato existente y, después de unas horas tediosas, aceptaron. No sin antes hacerme prometer que volvería ya que Yv Loughty tenía una sólida legión de seguidores que esperaban ansiosos nuevas noticias.

Aquello, antes de hacerme sentirme emocionada, incrustó una inmensa ansiedad en mi cuerpo. Pero me recuperé lentamente en cuanto me di cuenta que no tenía más responsabilidades, por lo menos por unos meses. Literalmente podía hacer lo que quisiera. Tenía los recursos, la motivación y curiosidad necesaria para emprender un viaje junto a mi propia compañía y mi guitarra.

Pero debía planearlo todo antes, debía arreglar algunas cosas y, forzosamente, debía mantenerme alejada de todo lo que me recordara a Styles. Porque ese es el objetivo principal. Tener su presencia latiendo a mi lado no era lo mejor; ni para mi corazón ni para mi mente. Usualmente interfieren y me hacen atravesar momentos repletos de emociones que llegan a afectarme más de lo que puedo manejar.

Así que dejé de tocar, recargué la guitarra en unos almohadones y me puse de pie ante de tomar mi laptop y comenzar a trazar un destino.







(...)







— Tranquila, querida, ella va estar bien aquí. Veré que esté cómoda estos días y espero que le gusten los documentales de National Geographic.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora