Capítulo 40: Nuestro pequeño mundo.

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Seco el último plato y me alejo del fregadero. Limpio mis manos en la toalla púrpura y entonces miro fuera de la ventana; el día está completamente soleado y fresco, el vecindario realmente era como Christina había descrito y debo admitir que cada vez que mis ojos se abren y ven el techo de mi nueva casa una emoción indescriptible me aborda.

Han pasado dos semanas y se podría decir que voy entendiendo el trote de vivir sola en Marylebone. Claro, ya había comenzado a administrar mis gastos para lo que conlleva tener una casa y realmente me alegra el haber ahorrado mucho tiempo. Lo que tenía pensado invertir en otra cosa y para otros motivos se había convertido en lo destinado para la despensa, los servicios comunes y la hipoteca. Sin embargo, sabía que nada dura para siempre —menos si se trata de dinero— y por lo tanto ya estaba en busca de algún empleo.

Lo que me recuerda que Tanner había dejado en claro a todos que recibiríamos una llamada o mensaje en el momento en que las actividades sean retomadas. Había dicho que nuestro puesto estaría asegurado, pero nunca dijo una fecha exacta, así que lo mejor era buscar una nueva fuente de ingresos.

Por el momento las ofertas en los periódicos eran muy comunes; mesera, niñera, ayudante, cajera, limpiavidrios, etcétera. Y era realmente distinto a lo que me había acostumbrado a realizar, era tan distinto que no sabía cómo resultaría los primeros días, obviamente una persona llega a adaptarse, pero siempre cuesta un poco.

Así que mis pensamientos y dilemas se basaban en eso; búsqueda de un empleo, gastos del hogar y suposiciones acerca del regreso de One Direction. Lo sé, una mente ocupada.

Suelto un suspiro y me pregunto cómo estará April, Bea o Corinne. Ellas habían estado viniendo los primeros días, pero la familia llama y ellas no podían ignorar tal cosa. Sé que no han pasado meses sin verlas, en realidad estoy en constante contacto todos los días y eso es exactamente lo que me hace extrañarlas más ya que no es lo mismo hablar a través de un objeto frío y plano.

El timbre suena y doy un respingo. Salgo de la cocina y en el tramo para llegar a la puerta me pregunto si se trata de alguno de mis nuevos vecinos.

Pero al abrir la puerta, lo primero que detecto es la elegante y masculina fragancia que tanto me gusta.

Harry —digo con una sonrisa alegre.

— ¿Recibiste mi mensaje?

— Estaba lavando los platos —me encojo de hombros y me hago a un lado para que pueda pasar— ¿Sucede algo?

— Niall me dio el número de un restaurante japonés que ama.

Me río y cierro la puerta.

— ¿Pasarás la tarde aquí? —me acerco a él y un hoyuelo ya es visible.

Su mano acaricia la mía y besa mi mejilla con una sonrisa.

— Contigo —susurra y va directo a la sala.

Niego lentamente.

— ¿Qué es eso? —cuestiono a la hora de ver un estuche cuadrado.

— Nuestro cine portátil —guiña su ojo derecho y lo pierdo de vista.

— ¿Alguna película en específico? —digo volviendo a la cocina.

— ¿Qué te parece buscar alguna comedia romántica en Netflix? —dice en voz alta.

Sonrío.

— Está bien —grito de vuelta y comienzo a preparar café.

Harry siempre busca un hueco para poder venir hasta acá y pasarla haciendo justamente esto: viendo películas, comiendo, cocinando o simplemente charlando acerca de nuestro día a día. Con su compañía no sentía el tiempo pasar. Me halagaba demasiado el tiempo que él tomaba entre entrevistas, presentaciones o compromisos para venir a verme. Me hacía sentir tan bien.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora