Capítulo 14: Valentía.

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Me aferro a la tela de su camisa cuándo doblamos hacia la derecha y el suplicio ataca de manera irracional, desconsolando la herida que ya comenzaba a cicatrizar.

Detiene el paso cuándo mis uñas rozan su piel y su agarre se aprieta más en mi mano y cintura. En todo el traslado me he esforzado en no emitir quejidos o sollozos, pero sé de antemano que él sabe que estoy quebrada, sé que está buscando mi mirada para brindar apoyo, pero la mantengo fuera de su alcance porqué sé que ésta es la segunda vez que cometo la gran estupidez de abrirme las puntadas. Es la segunda vez que me comporto como una tonta y es la segunda vez que todos los que pasan a nuestro lado me brindan miradas de lástima.

— Estoy bien —le susurro sin verlo.

Tomo la iniciativa y doy otro paso con mi rodilla estable, él entiende​ el mensaje y nuevamente estamos caminando hasta el guardarropa, dónde se encontraba el botiquín de emergencias.

Pero de pronto lo recuerdo, mis ojos se abren como platos, me detengo abruptamente cuando ya estamos a escasos metros del destino y Harry logra conectar muestras miradas.

— Tenemos que regresar —digo entre dientes.

Frunce su ceño, me mira más allá del desconcierto o imprudencia y relame sus labios para hablar.

— No, tienen que revisarte ahora —su voz no ha dejado de ser suave, pero el tono severo y escrupuloso que emplea me deja claro que no está abierto a la posibilidad​ de volver.

— Aún tengo los auriculares de Liam y el concierto está a poco de comenzar. Hay que regresar.

En cuanto escucha mi razón puedo ver que sus ojos se vuelven taciturnos.

«¿A estas alturas soy capaz de preocuparme por esto? Sí, profundamente».

— Estoy seguro que ya ha sido notificado sobre el incidente.

— Pero el concierto...

— Durante todo este trayecto hemos aprendido mucho, las cosas pueden perderse, complicarse u oscurecerse —vuelve a pasar mi brazo por sus hombros y fijo mi mirada en la puerta, sin saber si se refería a la ausencia de utilería o algo más profundo. Giró la perilla y antes de abrirla por completo, me miró con gentileza— Pero siempre somos capaces de superarlo, Edine. Porque somos un equipo.

Lo miro con deslumbramiento. Apagó la aprensión y el recelo, pero más allá de estar pasmada por su gran voluntad de ayudar al prójimo, es su aura incauta y colmada de fuerza vital que hace posible la confianza. Extiende su mano hacía mí y captó rápidamente su pedimento.

Rebusco en mis bolsillos y tomo los auriculares, los saco y los pongo en su palma, la punta de mis dedos rozando su piel e instantáneamente la calidez suprime levemente la tortura.

Empuja la puerta y de reojo veo a April que se acerca corriendo hasta a mí, él se aparta con sutileza, todo a mí alrededor es borroso y sólo puedo escuchar murmullos.

Ella toma su lugar, mis ojos no sé despegan de los suyos, April comienza a adentrarme hasta la habitación y antes de que la puerta se interponga lo veo en ralentí; él me regala una sonrisa sellada con ojos tersos y a largos pasos desaparece justo cuando la puerta termina de cerrarse.

— Gracias —susurró casi inaudible y soy ajena a todo el alboroto que se crea para realizar el proceso de curación.

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— ¿Cuándo volveremos a casa? —pregunté tranquilamente mientras mis dedos añadían más flores a la pequeña corona de achicoria.

— Antes de que oscurezca —mi madre dice sin mirarme y continúa poniendo naranjas en la cesta vieja— Hay que hacer la cena de despedida todavía.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora