Capítulo 84: Gravedad.

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Termino frotando mis ojos con cansancio al momento en que los créditos de la película comienzan a aparecer.

— Esas fueron las dos horas más lentas de mi vida —dice Scott estirando los brazos para despabilarse y yo le imito segundos después— Te dije que debíamos ver una de terror.

— Gwendolyn está durmiendo arriba y tus gritos de niña la iban a despertar.

— La niña aquí eres tú —señala rápidamente y eso me roba una sonrisa divertida— El objetivo era quedar abrazados con las escenas inesperadas.

Ruedo los ojos cuando sus cejas se alzan provocativamente y con mi pie izquierdo lo empujo lejos cuando intentaba acercarse.

— Calmado, vaquero —lo hago reír mientras come lo que resta de las palomitas y me pongo de pie— Estoy agotada de no hacer nada.

— Que hermosa es tu vida, eh —se levanta igual y comienza a recoger toda la basura de la comida que ordenamos.

Golpeo su hombro y me ganó su confusa expresión combinada con dolor.

— Odio que llueva todos los días —camino hasta la cocina con él pisándome los talones y me concentro en tirar todo en el cesto— No hemos podido salir como antes.

— Es solo la temporada, aunque Londres siempre es gris.

— Eso no es cierto —digo de inmediato mirándolo sobre mi hombro— Pero eres estadounidense así que no me sorprende tu comentario.

— Voy a intentar no sentirme ofendido con eso —tira las cosas una vez que le di espacio y dejó unos vasos en el fregadero— Pero ya te dije que podríamos viajar a California. Aires diferentes y lugares donde te podrías distraer fácil para no pensar en... Ya sabes.

Suspiro suavemente con lo último y saco un cartón de leche del refrigerador.

— Y yo ya te dije que aprecio la oferta pero no gracias —él me pasa una taza de la alacena y vierto el líquido blanco— Estoy bien aquí, tengo trabajo que hacer.

— Ese es el problema, estás refugiándote demasiado en tu trabajo que no te das cuenta de lo mucho que te ha consumido —pellizca su entrecejo y yo introduzco la taza al microondas— Esto me preocupa un poco Edine. Puedes decirme que estás bien y que ya no te importa pero... Sé que no es así. Sé que hablar sobre él te sigue afectando.

Me tenso rápidamente y su mirada azulada intensa no me ayuda.

— Ya pasaron semanas, Scott. Créeme, estoy bien —achica sus ojos con desconfianza y yo suspiro rendida— Sí, en su momento llegué a sentirme una mierda y sé que me advertiste antes pero, era algo que necesitaba hacer para...

— ¿Para qué? —me incita a seguir y yo bajo la mirada con leve decepción.

— Para saber que no debo albergar más ilusiones... Otra vez.

Eso le hace relajar sus expresiones y luego desviar la mirada. Cuando vuelve a verme puedo percibir esa cálida empatía que me ha brindado durante todo este tiempo, desde que nos conocimos, de hecho.

Abre sus brazos y sin esperar mucho me acerco a él.

— Oh, Edine —lamenta acariciando mi cabello y yo respiro hondamente su colonia.

— ¿Porque lo trajiste de vuelta? Ya estaba mejor —susurro contra su pecho, pero sé que mis palabras son mentira.

— Lo siento, lo siento —dice rápido—. Solo estoy preocupado, no quería hacerte sentir mal.

— Pues te salió al revés.

Soltó una risa corta que luego fue desapareciendo en el silencio. Me apretó entre sus brazos unos segundos y luego volvió a suspirar.

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