Capítulo 16: A.M.

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Tomo aire y mis labios se aprietan, mi mano estruja con efervescencia mi abdomen y tengo que mandar a sepultar todas las palabras obscenas que mi mente quiere soltar ante los oscuros parámetros.

Un gruñido rasga mi garganta y mis ojos buscan urgentemente algo de consuelo. Lloriqueos desconsolados logran separar mis labios, mis pulmones se lamentan tanto que me encuentro rezando desde una esquina estrecha.

El piso está sucio de un líquido sospechoso y sólo soy capaz de sentir la calidez de mis lágrimas resbalándose por mis mejillas agrietadas, llevando el ardor a otro nivel.

¡Encúentralos! —Gritan con violencia, mi cuerpo responde temblando bruscamente y un sollozo resuena en el eco de la habitación vacía. Una mano se estampa en mi boca rápidamente y más lágrimas se desprenden de mi alma— ¡Encuentren a esos malditos y asquerosos zánganos!

Una voz llena de autoría, de venganza y distorsión abarca todo el lugar, lo oscurece hasta lo irracional y enfermo. Le da un toque tan profundo y retorcido que mis rodillas se juntan más a mi pecho, el cual se agita con vehemencia en un intento desesperado de salir de aquí y olvidar todo de una vez.

Quiero salir corriendo sin importar nada, pero el agudo dolor que ataca mi abdomen me lo impide deliberadamente.

«Estaríamos juntos si hubiéramos hecho correctamente las cosas»

— Philip... —su nombre sabe dulce y terso, se desprende de mis labios con necesidad mientras observo la pequeña luz que se filtra en la ventana rota— No me dejes —lloriqueo con dolor.

Se escuchan nuevos gritos horrorizados de chicas, puedo sentir el forcejeo, la impotencia recorriendo cada célula. Puedo escuchar cómo suplican ayuda, escucho lo rota que son sus voces. Escucho todo sin moverme ni un milímetro y me encojo aún más pensando en ellas, pidiéndole a Dios que las proteja... Qué nos proteja.

— Adolescentes por todos lados, Cavalier, no hay rastros. Una buena estrategia usar un club.

— No vengas a mí hasta que los encuentres maldito idiota. ¡Revisa cada jodido rincón otra vez! — ladra con ira y puedo escuchar pasos decididos por todo el lugar.

— Por favor... —suplico, quiero ver sus ojos lapislázuli y escucharlo decir que todo va a estar bien con esa voz suave y lenta— Philip, por favor, por favor... No me dejes.

Lágrimas caen incontrolables que ni siquiera intento limpiarlas. Todo mi cuerpo se encuentra débil y temblando. Todo excepto mi corazón, se aferra a él, se aferra a su palabra, se aferra a la esperanza.

El ruido se va disipando poco a poco después de varios minutos. Mi improvisado escondite me ha ayudado y aunque me sienta desfallecer, apoyo el lado derecho de mi cuerpo a la pared para comenzar a deslizarme hasta la salida.

— Philip —digo casi sin voz y cuando salgo la realidad me golpea crudamente.

Todo está deshecho, destrozado e irreconocible.

Aquel lugar que brillaba con fogosidad y lucidez ahora se encontraba sumido en cortos circuitos de cables sumergidos en todo tipo de bebidas embriagantes. Tantas botellas rotas y afiladas sólo hacían que sudara más, hacían que los escalofríos se presentaran.

Las balas que causaron el pánico se encontraban allí, rebosando con plenitud y siendo ajenas, estaban ahí siendo la prueba más clara de haber incrustado miedo y fragilidad en el espíritu de todos.

Humo opaco y sucio cubría todo, mis ojos hundidos en lágrimas no ayudaban a fijar un camino y la desesperación volvió a ahogar cada sentido. Justo ahora solo quería despertarme con un sobresalto, dándome cuenta que estoy en cama, mis manos apretando las frazadas y el sudor cubriendo mi frente... Anhelaba inconmensurablemente que fuera una pesadilla.

ShyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora